miércoles, 31 de agosto de 2016

La ciudad de los malditos

El sonido martilleante y repetetitivo de las teclas golpeadas por los dedos se filtra por la rendija que deja la ventana entreabierta y se confunden con la sangrante lluvia que hace languidecer la ciudad maldita en cortinas de supurantes lamentos.

Es noche cerrada y la densa negrura teje un tupido velo que oculta el bosque de luces que caracteriza a la solemne nocturnidad diaria del parapeto infundado sobre el que se sostiene la llamada sociedad.

Mientras el viento se arremolina en abruptos giros inconscientes, el cielo escarlata secreta su dolor en forma de fulgurantes truenos y atronadores relámpagos que tiñen de fantasmales siluetas las sombras que se yerguen orgullosas en el camposanto que es la vida en las urbes.

Escuece, escuece la noche en las gargantas degolladas por litros y litros de sangre bombeada a diario al ritmo intermitente que marcan los incongruentes horarios que limitan la jornada a meros trámites burocráticos con los que obtener un pedazo de pan al son de títeres manejados por manos invisibles nunca vistas por las miserables almas que sostienen el mundo.

Las televisiones escupen toneladas y toneladas de ligeros paquetes de masticable información con una amplia gama de sabores a gusto del consumidor, y los periódicos martillean las moldeadas mentes con titulares segregadores con los que aderezar los descansos de media mañana que se filtran por las rendijas de ese presente que disfrutamos describiéndola como vida.

Los libros ya no son portadores de almas, sino meros repartidores a domicilio de ideas precocinadas para mantener una hegemonía dominante sostenida sobre monumentales recuerdos al pasado y rebosantes fosas consagradas al olvido.

Y entre lágrima en el campo y lágrima en el mar, el pueblo se olvida de quien era y solo tiene en mente que ahora todos ellos se llaman ciudad; el progreso dicen, aunque los estómagos vacíos y las hipotecas sin pagar siguen señalando como culpables a meros elementos en los que un día se vieron reflejados como un igual.

Dejando de lado que quienes martillean las teclas y marcan los calendarios no son otros que los que siempre han mandado y reordenado el mundo a su antojo.


*   *   *


Es noche cerrada y la densa negrura teje un tupido velo sobre el bosque de sombras nocturnas conocida como sociedad. 

Aunque a veces, si prestas mucha atención, se escucha el martilleante y repetitivo sonido de las teclas al ser golpeadas por supurantes dedos (ya sean del narrador o del patrón), mientras la desesperante lluvia se descompone en afiladas cuchillas de sangre que hacen languidecer las miserables almas que habitan en esta sucia vida.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Día... no sé cuantos, ya perdí la cuenta de los días sin ti

No estás aquí
y te echo de menos,
otra vez,
¿qué extraño no?
empieza a ser mi rutina diaria
echarte de menos cuando tú no estás.

domingo, 14 de agosto de 2016

Fragmentos de verano pensando en ti

Estoy escuchando Cuando el sol se va
y me faltas aquí
conduciendo por una carretera nocturna y vacía
mientras Gabry Ponte suena a tope en los altavoces.

Estoy escuchando las olas del mar
tumbado en la arena veraniega
con las estrellas del cielo como bandera
y aquí
y ahora
me faltas,
ojalá tirarme contigo en cualquier cala solitaria.

Estoy escuchando el viento
porque es como tenerte al lado,
susurrándome todos tus te quieros.

Ven pronto,
que quiero sentir contigo el calor de agosto.

sábado, 13 de agosto de 2016

La soledad del viajero que no viaja

La poesía del viaje se pierde entre las manecillas de un reloj que aprieta a la soledad contra viento y marea. La espera, la espera constante ante el próximo paso de la vida que te sorprende, como busca sorprenderte el sol con cada atardecer, la luna con cada anochecer.

He vaciado la mochila y ha quedado vacía de cosas y llena de recuerdos; recuerdos que se dispersan por la habitación como el humo del último cigarrillo que fumó a mi lado.

Es una frase muy manida... pero es curioso las vueltas que da la vida.

A mí,
que nunca me gustó el humo,
ahora me descubro admirándola de reojo mientras su mirada se pierde entre las calles de la ciudad,
y yo,
hechizado
persigo su mirada
buscando atrapar los fugaces pensamientos que pasan por su mente.

He vaciado la mochila y la soledad del viajero que no viaja ha quedado patente por todo el cuarto, mientras silencioso y taciturno saborea la melancolía de rememorar los días pasados de su mano. Puede que ella ahora mismo esté lejos, pero él la siente tan cerca como aquella primera vez en que rozó sus labios, con más seguridad de la que se esperaría de él.

La mochila está vacía
y ahora
la escritura y la poesía
son sus únicas vías de huida,
los raíles sin tren con los que sentirse volando sobre las tierras que ahora ella le relata, entre fotos y mensajes que dibujan un paisaje
en el que a ella él le falta,
tanto como a él su risa y su mirada.

La soledad del viajero se riega de vivencias por imágenes decoradas e inmortalizadas, forjando recuerdos que intentar plasmar en palabras torcidas y apelmazadas
con el cariño con el que un jardinero cultiva sus plantas.

La poesía del viaje se escapa
entre los rincones del alma,
y hoy
al viajero
su compañera de aventuras le falta.

viernes, 12 de agosto de 2016

Día 1: Todo es más triste sin ti

Siempre digo que te escribiría mil cosas,
                      pero nunca lo hago,
solo te miro
y sentado
te veo pasar de largo,
mientras te echo de menos sin saber expresarlo.


Y ahora que estás lejos,
      y yo
           hecho un ovillo tumbado,
                     sé que te pierdo
y aunque lo hago a diario
     no logro demostrarte que no paro de intentarlo
-el expresarte que te hecho de menos,
me refiero.-


Puede que solo sirva para fracasar todo el rato,
pero ojalá
            no existiese la palabra fracaso en nuestro diccionario.


No quiero ni imaginarlo,
-todo,
          digo-,
la vida sin ser de tu mano.

jueves, 4 de agosto de 2016

La danza macabra de la muerte

Escribo
mil líneas
de un libro jamás terminado,
de miles de vueltas
y vueltas
con un final forjado y errado.

Compongo mil sinfonías
sucumbidas
a los cuentos narrados en el pasado,
con miles de gestas
y canciones
de siglos olvidados.

Arpeggio con sutil cuidado
cientos de notas tónicas que encierran hechizos expropiados
de una danza de la muerte
que viene
a dar muerte al último literato que ha bailado.

Susurro
como si fuese escudo
de mil batallas que no contrarrestan el torbellino de cadáveres que dejan a su paso
las mil mariposas del ejército de los colores rosados.



Escribo            mil gritos
de llantos fúnebres 
de ánimas
con nombres impronunciables.
Puede que la luna
asista en su ayuda                       o al menos ayude a silenciarlos.

Compongo       expolios
de runas
ocultas
en sobres con sangre lacrados.

Arpeggio        sueños rotos
por reflejos de cristales toscos
que en mil pedazos residen en el suelo
y su líder
en mi mano clavado.

Susurro     con orgullo
que el segador 
pronunció un discurso contra las arenas del tiempo
y argumento
que a mí aun no haya vuelto
el testamento de la dama de hierro.



Escribo y compongo,
mientras con mis laminados dedos arpeggio todos los recitales de los lirios huecos,
susurro
y el infierno helado sigue ardiendo,
como un reloj que lucha contra el universo,
como las tumbas sin nombre que el sepultador ha abierto,
como las tinieblas resistiendo a la luz
y al fuego negro.