martes, 30 de octubre de 2012

Silencio en el Ebro

La oscuridad de la luna nueva los ampara. El silencio de la noche es completo, solo se escucha el rumor del Ebro al golpear las orillas del cañón y el fluir de las barcas. Ese silencio sepulcral no gusta a nadie, es el sonido del peligro. El capitán de la compañía conoce bien esa sinfonía de la muerte, originario de la columna de Durruti es un soldado veterano curtido en Aragón y en la defensa de Madrid. Sus ágiles decisiones y sus acertadas maniobras le han permitido escalar puestos rápidamente en el ejército de la República. La temperatura es agradable y los soldados lo agradecen. Nadie habla, pero Capmanet sabe que su compañía está nerviosa, muchos no han entrado nunca en combate y tienen miedo a ser descubiertos por el enemigo. En una de las barcas más retrasadas la situación es semejante. Reeds, un voluntario de las Brigadas Internacionales, decide liberar la tensión y se pone en pie e imita la postura adoptada por Washington durante la travesía del río Delaware; años después un periodista estadounidense interpretaría esto como “un solemne gesto de un compatriota norteamericano durante la Guerra de España”. Un soldado lo mira extrañado y el carabinero Batlle sonríe ante esta imitación, sabe que hay que saborear estos pequeños momentos si se quiere sobrevivir mentalmente en la guerra. Era carabinero antes del golpe de estado, hasta que sufrió un altercado y tuvo que pagar una pequeña condena, allí compartió cárcel con Primo de Rivera y casi presenció en persona su muerte. Militante anarquista desde hace años, al salir se alistó en una de las múltiples milicias que surgieron en Cataluña al comienzo del conflicto. Una vez disueltas las milicias pasó a formar parte de las brigadas antitanques; aunque no volvió a ejercer de carabinero, ese apodo siguió ligado a su nombre durante mucho tiempo. De repente, una sacudida de la embarcación lo saca de sus pensamientos, acaban de llegar a la otra orilla. En pocos minutos los soldados comienzan el ascenso del cañón. Cargando solo con sus cuatro granadas de mano y sus fusiles checos recién comprados a la URSS, los soldados van ligeros por lo que terminan de subir en poco tiempo. Lo primero y único que pueden ver es la oscuridad y Els Auts. Sin parar a descansar parten hacia Fayón, a 50 quilómetros, con una pasión y una alegría nunca vista en las tropas desde la derrota aplastante que sufrió la República en marzo de 1938. Capmanet se detiene un instante y alza la mirada para observar el horizonte, no sabe que le esperan 4 duros meses de lo que será la batalla más larga y sangrienta de toda la Guerra Civil. Sonríe contagiado por la emoción de los demás y corre a reunirse con su compañía.



lunes, 15 de octubre de 2012

Hasta que el cuerpo aguante


Cojo una cerveza, la abro y se la doy. Estoy hablando con ella, tanto tiempo he necesitado para dar ese paso y estar hablando tranquilamente frente a sus ojos. Hay más gente pero están a su aire. Realmente fue una buena idea traer un sillón a la fiesta en la playa. Unas cuantas hogueras por ahí desperdigadas iluminan todo y unos grandes altavoces ponen música continua. Llevamos ya horas hablando. Ahora es ella quien toma la iniciativa. Me coge de la mano y tira de mi para que me levante. Doy un par de tumbos, la mezcla de alcohol y petas a veces puede ser agotadora. Ella también está bastante alegre por el efecto del alcohol y sabe dios que más. En este tipo de fiestas lo más suave que hay es alcohol y nadie se escandaliza si pruebas algo nuevo, es un ambiente en el que puedes ser quien quieras y nadie te juzga. Ella me arrastra hasta el agua. “Te echo una carrera” me dice mientras sale corriendo en dirección al mar. Yo la persigo lo más rápido que me lo permite mi estado. Ella salta y se mete de cabeza, yo la imito y me zambullo. Lo bueno de vivir en el Maresme es que la temperatura del mar siempre es aceptable y no hay problemas de frío. Abro los ojos bajo el agua aunque al ser de noche no sirve de mucho y apenas distingo nada, lo bueno es que me ha espabilado considerablemente. Salgo a superficie y antes de que abra los ojos ya estoy recibiendo el ataque de sus chapoteos y sus risas, sin poder verla le devuelvo el ataque con una ofensiva por mi parte. Voy hacia ella y empiezo a hacerle cosquillas, ella se revuelve y se ríe. Me mira a los ojos y me hunde la cabeza en el agua. De repente, nada más emerger del agua, unas manos me agarran suavemente la cara y sin ver todavía, siento unos labios sobre los míos. Ahora soy yo el que agarro su cuello y su cintura y continúo con el beso.

* * *

Salimos del agua agarrados por la cintura dejando un rastro de gotas que caen de nuestro pelo. Nos dirigimos hacia los demás y allí, bailando a ritmo de “chunda chunda” en una “rave” veo a Alex con una chica castaña. Me ve ir hacia él, le dice algo al oído de su acompañante y viene corriendo hacia a mi. -¡Borja, capullo, has triunfado, sabía que podrías!- Me dice sonriente. –Vamos a ir a un sitio más tranquilo Sabela y yo- le grito para que me oiga. –Ah, guay guay, venga, campeón, ánimo, a ver si se te levanta que no estoy seguro de que sea posible-. –Capullo- Le respondo al mismo tiempo que le doy un puñetazo en un brazo. Se ríe, se despide y vuelve corriendo para que no le roben a su pareja. -¿Qué te dijo?- Me preguntó con aire risueño Sabela. –Nada, tonterías suyas- Ella ríe mi gracia, me coge del brazo y echamos a andar. Llegamos a un sitio, no demasiado alejado, pero si lo suficientemente tranquilo. Nos sentamos y comenzamos a hablar. -¿Sabes, Borja? Llevaba tiempo queriendo hablar contigo- Me dice para mi sorpresa. Ella se da cuenta y me explica. –Siempre me pareciste distinto, no se, no eres como los demás, tienes otras preocupaciones, sueñas y no tienes miedo a lo que piensen de ti. Supongo que eres un poco como me gustaría ser a mi, más libre y sin tantas cadenas propias. Y encima eres mono.- Se ríe al decir esto último y deja ver una sonrisa que cada vez que la veo me deja embobado. Se lleva una mano a un bolsillo del bañador y mientras me comenta -¿A ti tanto porro y alcohol no te está dejando agotado? ¿Te cunde que nos repartamos “a mitas” una raya?- Asiento y saca una pequeña bolsita con polvo blanco. Coge mi mano y le da la vuelta, situándola boca abajo, esparce un poco del polvo y se lleva la mano al colgante mientras explica –Toda la vida me pareció una estupidez eso de cortar la raya con una tarjeta de crédito, para mi eso de usarla para sentir el poder del dinero es una tontería, yo prefiero sentir el poder de la música- Me muestra el colgante que llevaba al cuello, es una púa de un grupo de rock. Con ella comienza a juntar todo el polvo que estaba en mi mano y hace dos pequeñas líneas. -Te veo muy sorprendido ¿es tu primera raya? Es fácil. Estas líneas son pequeñas así que te hará poco efecto, es simplemente para que nos espabilemos un poco. Mira, corto un trozo de cartón del paquetito de papelillos de liar y lo enrollo. Ahora lo pones en una de las esquinas de la raya, te lo colocas en la nariz, te tapas uno de los orificios y lo metes todo para adentro. ¿Ves? Tu turno.- Lo cojo con aire titubeante. –Tienes que hacer como si cogieses mucho aire por ese orificio- Hago lo que me dice y de repente veo como me rasca todo el tabique nasal, los ojos me lloran un poco por el escozor y le miro con la mirada de quien no lo ha disfrutado. Ella se ríe y dice –Tranquilo, nadie lo disfruta y menos la primera vez- Y sin esperármelo, antes de que comience a hacernos efecto, me mira con una sonrisa maliciosa y ojos felinos y se abalanza sobre mi. Empezamos a besarnos apasionadamente y mete la mano por debajo de mi bañador. Mientras tanto yo le desato la parte de arriba del bikini y le quito la parte de abajo, sin lograrme adelantarme a ella que ya me lo ha quitado a mi. Y mientras se oye de fondo la música de la “rave”, nos evadimos de la realidad y nos sumimos el uno del otro. En un estado de éxtasis que solo se consigue con esa mezcla provocada por el amor, el sexo, el placer y las drogas.

* * *

Alguien grita en la oscuridad: –¡¡La noche es larga y nuestra juventud también!! ¡¡Estaremos aquí…!!- Y sin terminar la frase. -¡¡Hasta que el cuerpo aguante!!- Responde al unísono un coro de voces de una juventud marcada y que nunca olvidarán.