martes, 26 de marzo de 2019

Suspiro de palabras

La vida atenaza miradas
atrapa calmas
encierra fantasmas,
subyuga el tiempo sin saberlo
sin ser capaces de preverlo
sin comprenderlo
sin conocer el modo de ponerle remedio.

Pisa las prisas,
la desidia se excita
y suscita sospechas de miedos
más fácil sentirlos
que verlos llegar de lejos
ondeando llantos de muertos
cuentos incruentos
suculentos cielos negros
que aprisionan el viento.

El mundo se escapa
sin encontrar palabras
sin hallar la barra
de la puerta de emergencia
que empieza
donde finaliza el suicidio de mi cabeza,
terca conciencia que no aligera
la carga que ella sola arrastra sin esperas.

Suspira la infinita caída
terca vida que se estira
como una soga sibilina
que huye sin pericia
cual muerte en vida
vida mortífera
luciferina salida
que aprisiona las prisas
que se pisan sin saber sostenerse alicaídas.

La vida atenaza miradas
pisando las prisas
fugaces mundos que se escapan
en un suspiro de infinita caída.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Resquebrajar fibras de impotencia

Entre los rincones del alma
tras los pedazos de tristeza
y los añicos de soledad,
hay luz y muerte,
vida y oscuridad,
cruentas interrogaciones de existencia,
patéticos intentos de comprender
el aquí y el allá,
el vacío y la plenitud,
el inicio y el final.

Entre los rincones del alma
solo queda descanso
para tu paz.

lunes, 18 de marzo de 2019

Eterna como la fugacidad del luscofusco

Paso las horas, en la soledad de mi mente,
te echo de menos, te siento lejos,
me faltan tus palabras,
se me escapan entre los dedos.

Castilla es inmensa
y yo tan pequeño
que podría perderme
entre los rincones del silencio.

El sol desaparece tras el difuso horizonte
y la noche se abre paso
a kilómetros de distancia
que dejo a mi espalda.

Trato de atrapar la luz,
pero es más veloz que yo,
y el fin del mundo me precede
siempre que trato de hacerle frente.

Las esperanzas vuelan
hacia futuros que surcan el cielo,
los sueños viven en ti
y lo demás son vanos intentos de ser feliz.

Por ti sangro, lucho, pervivo,
por ti el mundo cobra sentido,
por ti, por ti, por ti,
por dar sonrisas al vivir.

domingo, 17 de marzo de 2019

Castilla que (ante mí) todo lo abarca

Campos inmensos,
horizontes de labranza,
praderas de dorada vida
que entre suspiros respiran.

Cielos sin fin,
refugio de soledad,
kilómetros de miradas
que todo lo abarcan.

Saetas y filigranas,
aves que surcan
y raudas se escapan
entre las frágiles casas.

Templos de paz,
callejuelas medievales,
tintes naranjas de calidez,
rincones que esconden la historia que se ve.

Campos inmensos,
horizontes de labranza,
praderas de dorada vida
que entre suspiros descansan.

lunes, 11 de marzo de 2019

De ti, en ti, tras ti; todo eres tú cuando el mundo vive en ti

Sentado en el balcón de tus labios
sorteé todos los obstáculos a través de la luna,
y en el halo de luz que despierta la noche
me topé con la mañana entre tus dedos de fortuna.

El mar susurra recuerdos lejanos
y la brisa acariciaba con calma,
todas tus fantasías de medianoche
que refulgían en el atardecer de tu mirada.

Mirando el horizonte perdido
encontré el camino entre el azar aleatorio,
y al calor de todos tus buenos días
las sábanas cosquillearon murmullos de otoño.

Mirando el sendero versado
hallé soles al otro lado del espejo,
y de lejos supe que había reflejos de vidas
deslizándose por nuestros besos rimados.

El viento refresca esperanzas bañadas
por el sol escondido entre el Atlántico,
y entre los rincones de tu alma de verano
sonríen canciones que bañan el alma.

Sentado en el mirador de los sueños
soñé con soñarte poemas en la espalda
y pensé por un instante que todo se detenía
mas era que todo alrededor de tu mirada giraba.

sábado, 9 de marzo de 2019

En el brillo de tus ojos vi las sombras de mi propio vacío

Te echo de menos.

Todos los días.

¿Para qué mentir?

No hay momento del día en que no piense en ti. No hay vez que entre en casa y te busque, ni instante en que salga a la calle y te eche en falta.

Construimos la vida a base de ausencias que no podemos remediar. De miradas que nos faltan y que solo podemos aprender a asumir, que ya no están, que ya no nos observan, que ya no nos brillan con esa limpia felicidad olor a primavera.

Olisqueando el aire sostenemos losas que apoyamos al pie de la entrada de nuestra ciudad interior. Cementerios externos para asegurar las ruinas de lo más hondo del corazón. Evitando el olvido. Salvando las distancias. Sustentando la realidad a nuestro antojo, para no derrumbarnos.

Escribo poco, muy poco, cada día menos.

Primero en enero.

Luego en diciembre.

Y un año entero que se fue como un soplo.

Llevándose por delante los sueños de un chaval que corría demasiado rápido como para lograr llegar a ninguna parte. Quizás por eso siempre vivió a la fresca de su propia sombra. Como un mar de soledades que se encrespa cuando se sabe atrapado por las mareas y encerrado en un vaso de cristal que se desborda por las oquedades que quedan cuando el frío resquebraja las grietas del mundo, hasta caer.

Escribo poco, muy poco, ya no me sale.

Creo que os llevasteis lo poco que quedaba de mí.

Y ahora deambulo buscándome.

Como si pudiera encontrarme...

Je. Sonrío de medio lado ante mi propia ingenuidad. Encontrarme... ¿Quién puede encontrarse cuando no sabe si quiera a dónde va

cayendo

poco a poco

sin prisas

pero sin frenos

?

Esta caída que te anuncio es de un tipo muy especial, terrible. Es de aquellas en que al que cae no se le permite nunca llegar al fondo. 
Sigue cayendo y cayendo
indefinidamente.
Es la clase de caída que acecha a los hombres que en algún momento de su vida han buscado en su entorno algo que este no podía proporcionarles,
o al menos
así lo creyeron ellos.

En todo caso, dejaron de buscar.

Dejamos de buscar...

De hecho,
abandonaron la búsqueda
antes
de iniciarla
siquiera.

Holden, dejamos de buscar... siquiera antes de intentarlo...
Y así nos va...
cayendo...


Hay miradas resquebrajadas que no se curan. Cuando es así, lo mejor, quizás, es guardarlas en lo más hondo del alma. Con llave. Con cerrojo. Y encerrarlas para siempre. En esa jaula de cristal que nos construimos. En nuestro propio infierno.
Quizás así,
solo así,
podamos salvarnos...


Te echo de menos.

¿Para qué mentir?

viernes, 8 de marzo de 2019

Estoy de baja en el temporal de mi infierno

Aporreo el teclado buscando espantar un poco todos los fantasmas que vienen a visitarme estos días durante la madrugada, como si así fuese a lograr acallar todas esas voces que me repiten una y otra vez -no lo vas a lograr-, -vas a fracasar-, -ni lo intentes-. Y es gracioso, o quizás irónico, no sé, puede que solo resulte una muestra más de patetismo, pero esas voces vienen de mi propia cabeza y me ahogan, más y más y más, como una niebla densa y pesada que trata de aplastar cualquier atisbo de luz que pueda entrar entre tantas tinieblas negras.

Ansiedad, dicen.

Y no es que tenga miedo a las tinieblas, a menudo te guían, te acompañan y te hacen fuerte. Pero eso solo es cuando logras controlarlas y hacerlas tuyas. El resto del tiempo es un terrible cúmulo de demonios que se ríen de ti a tus espaldas y de cara vienen con uñas y dientes a desgarrarte cada puñado de esperanza hasta que solo quede un reguero de penas y un alma rasgada en mil pedazos destrozados.

No sé. La verdad, es que no sé.

Pero por eso aporreo el teclado, con fuerza, con irritabilidad, con tediosa y desesperada mirada de agonía, como quien quiere huir más rápido que su propia sombra y no sabe que la arrastra tras de sí pegada a sus pies. ¿Quién fue el imbécil que creyó posible escapar de las pesadillas? Resulta tan patéticamente vulnerable verme al otro lado del espejo, con esa sonrisa de medio lado de cordero degollado que no sabe sobrevivir por sí mismo si no es sosteniéndose en los otros. Incluso a eso nos han enseñado a tener miedo. No vaya a ser que aprendamos que juntos somos fuertes y separados solo somos un puñado de locos corriendo sin rumbo, como pollos sin cabeza en una matanza que celebre nuestro fracaso como clase.

Todo eso podría pensar.

Pero en realidad solo tengo un puñado de voces que me repiten insistentemente que huya, que escape, que evite el fracaso y el miedo. Si no lo intentas no puedes ganar... pero tampoco perder. Simplemente quedarse sentado en un banco mirando el paisaje y al mundo girar, como si nosotros solo fuésemos un espectador más en este espectáculo que es la rutina, mientras la vida va pasando para todos menos para nosotros, pobres títeres rotos que han creído poder romper sus cuerdas por sí solos.

Si no lo intentas no puedes fallar.

Te repites una y otra vez, como si así fueras a solucionar algo. Y lo más irónico es que sabes que no es verdad y que así no solucionas nada. Y todos los fantasmas y demonios seguirán sonriendo con sus fauces lobunas mientras tú lloriqueas en un rincón aporreando el teclado, como si así fueses a escapar, como si así pudieras ser salvado. Justicia poética. Licencia artística. Cuarta pared que se resquebraja ante nuestra mirada vidriosa, lastimera y despedazada.

Ansiedad, dicen.

No lo sé.

Solo me miro al espejo y no me reconozco.

Y todo lo demás son tonterías del resquebrajado escritor.


Aporreo el teclado buscando salvarme, pero solo me topo con un puñado de demonios que han venido a buscarme en la madrugada. Me tienden su mano. Yo miro a la soledad a los ojos. Y elijo seguir sus pasos.

Solo queda vacío.

Y un cuerpo inerte al pie de la torre del reloj.

domingo, 3 de marzo de 2019

Sonata de mi barrio

En una ventana de Monte Alto
en un quinto piso muy lejano
el tiempo vuela 
mientras el viento devora todo a su paso.

Levantando nebulosas de olvido
y pasos sin rumbo ni sentido por las baldosas del paseo marítimo.

Pisando el mar
la arena se abre paso bajo nuestros pies.

Y solo quedan sueños guardados bajo llave en alguna cajita de tesoros en lo más profundo de un cajón.

Y solo queda levantarse de nuevo para seguir.

Estoy de nuevo aquí,
en esta ventana de Monte Alto, 
escribiendo mientras el sol me ilumina el rostro
y el oleaje bravo nos muestra su vaporoso
vaho de salitre sabor a beso atlántico.

Sonríe.

Sonríe.

Camina con paso firme sin rendirte,
y quizás así podrás estar bien contigo mismo.

No voy a mentirte.

No es un querer es poder.

Pero tampoco es caer en el determinismo de que no hay salida para tanto dolor.

En una ventana de Monte Alto
en un quinto piso muy lejano
el tiempo vuela
mientras el viento lo arrasa todo a su paso.

Pero puede, 
que cuando menos lo esperes,
por fin hayas llegado.








A dónde querías estar.