sábado, 9 de marzo de 2019

En el brillo de tus ojos vi las sombras de mi propio vacío

Te echo de menos.

Todos los días.

¿Para qué mentir?

No hay momento del día en que no piense en ti. No hay vez que entre en casa y te busque, ni instante en que salga a la calle y te eche en falta.

Construimos la vida a base de ausencias que no podemos remediar. De miradas que nos faltan y que solo podemos aprender a asumir, que ya no están, que ya no nos observan, que ya no nos brillan con esa limpia felicidad olor a primavera.

Olisqueando el aire sostenemos losas que apoyamos al pie de la entrada de nuestra ciudad interior. Cementerios externos para asegurar las ruinas de lo más hondo del corazón. Evitando el olvido. Salvando las distancias. Sustentando la realidad a nuestro antojo, para no derrumbarnos.

Escribo poco, muy poco, cada día menos.

Primero en enero.

Luego en diciembre.

Y un año entero que se fue como un soplo.

Llevándose por delante los sueños de un chaval que corría demasiado rápido como para lograr llegar a ninguna parte. Quizás por eso siempre vivió a la fresca de su propia sombra. Como un mar de soledades que se encrespa cuando se sabe atrapado por las mareas y encerrado en un vaso de cristal que se desborda por las oquedades que quedan cuando el frío resquebraja las grietas del mundo, hasta caer.

Escribo poco, muy poco, ya no me sale.

Creo que os llevasteis lo poco que quedaba de mí.

Y ahora deambulo buscándome.

Como si pudiera encontrarme...

Je. Sonrío de medio lado ante mi propia ingenuidad. Encontrarme... ¿Quién puede encontrarse cuando no sabe si quiera a dónde va

cayendo

poco a poco

sin prisas

pero sin frenos

?

Esta caída que te anuncio es de un tipo muy especial, terrible. Es de aquellas en que al que cae no se le permite nunca llegar al fondo. 
Sigue cayendo y cayendo
indefinidamente.
Es la clase de caída que acecha a los hombres que en algún momento de su vida han buscado en su entorno algo que este no podía proporcionarles,
o al menos
así lo creyeron ellos.

En todo caso, dejaron de buscar.

Dejamos de buscar...

De hecho,
abandonaron la búsqueda
antes
de iniciarla
siquiera.

Holden, dejamos de buscar... siquiera antes de intentarlo...
Y así nos va...
cayendo...


Hay miradas resquebrajadas que no se curan. Cuando es así, lo mejor, quizás, es guardarlas en lo más hondo del alma. Con llave. Con cerrojo. Y encerrarlas para siempre. En esa jaula de cristal que nos construimos. En nuestro propio infierno.
Quizás así,
solo así,
podamos salvarnos...


Te echo de menos.

¿Para qué mentir?

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