dibujando de colores la acuarela del cielo.
La mirada oscilante del tiempo se pierde en la tarde
como un susurro palpitante del inflamado pecho.
Las olas rompen retumbando en la orilla
con la fuerza y fragilidad de la densa neblina.
Vuela el viento,
suave
como la cálida brisay levanta puñados de salitre
que juguetean con los mechones del pelo como una caricia.
La mirada se pierde por la bóveda celeste,
vigilando escrupulosamente
cada una de las nubes que salpican el reflejo del mar.Algo brilla en sus ojos,
con la centelleante determinación del sol del mediodía,
mientras el ocaso
da paso
al atardecer con tintes de cálida oscuridad nocturna.Se levanta
y su silueta se recorta a contraluz
con la majestuosidad de la poesía dibujada en sus labios.
Sonríe por última vez
mientras se sacude la piel
y decide qué ha sido un muy buen último día.