Ella me escribe poemas en mi espalda
y yo la miro
con picardía ensayada,
como el que sabe que toda su luz se concentra
en su sonrisa y en su mirada.
Ella me escribe poemas en mi espalda
y yo la acaricio
con suavidad esmerada,
como el que sabe que el universo se concentra
en las sensaciones que transmite a mi oído en forma de palabras.
Ella me escribe poemas en mi espalda
y yo la admiro
con sumisión intencionada,
como el que sabe que toda la divinidad se concentra
en su pelo, su mente y toda su compleja alma.
Ella me escribe poemas en mi espalda
y yo la sigo
con cosquillas calladas,
como el que sabe que toda la brisa marina se concentra
en el calor que irradia, como brilla el sol con intensidad y calma.
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