miércoles, 5 de diciembre de 2012

El Shiai

El sonido del graderío es ensordecedor. Mira hacia allí y ve a todo el público observando los combates. Frente a él está el tatami y los tres árbitros, por el rabillo del ojo ve que su rival todavía no ha llegado y la voz del megáfono lo confirma cuando los llama a los dos de nuevo: “Segunda llamada para el tatami 3. Borja Álvarez y Felipe Estévez al tatami 3”. Lo escucha atentamente y al ver que le quedan un par de minutos decide arreglarse el traje y asegurarse de que el cinturón está suficientemente apretado. Se golpea con fuertes palmadas la cara, los brazos y las piernas, pega un par de brincos… No quiere quedarse frío justo antes de combatir. Vuelve a girarse hacia donde antes no había nadie y de repente se da cuenta de que acaba de llegar su rival, lo observa un instante y vuelve a mirar al frente para concentrarse. El árbitro les hace la señal de que pueden avanzar y realizan el saludo antes de pisar el tatami, con unos pocos pasos llegan al borde de la zona de combate y el árbitro les vuelve a indicar que pueden avanzar. En judo estos gestos son muestras de respeto hacia el deporte, el rival y el árbitro, y saltarse uno de estos pasos estaría muy mal visto por los demás competidores y organizadores del evento. La educación es una de las bases que se inculcan a los niños desde pequeños en esta práctica, y desde ese momento se sigue lo aprendido durante el resto de la vida deportiva.
Mira a su rival, le saluda y se aproximan un poco hasta quedar a un par de metros de distancia. Queda solo el último saludo. –Rei-. Una última reverencia. -¡Hajime!- Las palabras del árbitro resuenan en todo el pabellón y sobre todo en sus oídos, se concentra en su enemigo, chocan las palmas rápidamente como muestra final de respeto y un instante después el resto del mundo desaparece para concentrarse solamente en los movimientos de la persona que tiene delante.
Tras un par de forcejeos para ver quien consigue mantener el control se encuentra con que su brazo está dominado por el rival y el todavía no tiene nada; por suerte el de enfrente, Felipe cree que se llamaba, no ha conseguido agarrar la solapa de su chaqueta. De repente, en solo un par de segundos se encuentra encima de su rival a punto de caer, pero tras hacer fuerza para resistir Felipe desiste de tirarlo. Borja, al momento, le intenta barrer la pierna con un “ko soto gari”, una especie de zancadilla, que no tiene éxito. Continúan forcejeando e intercambian un elevado número de técnicas varias que terminan en fracaso, sobre todo para Felipe que ahora está en desventaja, Borja ha conseguido arrastrarlo hacia donde quiere durante un rato. Observa todo el cuerpo del rival y repara en un hueco por el que podría entrar, se dispone a realizar la técnica, pero sin previo aviso se encuentra en el aire y lo único que le da tiempo es de evitar una derrota absoluta, haciendo que termine en “wasari” lo que podría haber sido un “ippon” clarísimo. Cree que lo ha tirado con “tai otoshi”, pero tampoco está seguro, lo importante es que ha evitado la puntuación máxima por una más baja, alargando así un poco más el combate.
 La presión que siente ahora en el pecho le saca de sus pensamientos, estaba tan distraído que Felipe lo ha inmovilizado con “kesa gatame”. Intenta moverse pero tiene el brazo de su rival por debajo del cuello y sobre la cara todo el peso del hombro, además parte de esta fuerza se encuentra también sobre la caja torácica. Forcejea para salir, pero sin éxito, mira el contador, Felipe solo necesita mantenerlo así 15 segundos más y habrá ganado. Realiza un par de impulsos más, pero cada intento tiene menos intensidad que el anterior, el combate se ha alargado hasta los cuatro minutos y medio, casi el tiempo máximo establecido, a estas alturas la fuerza de los dos está varias veces por debajo del nivel normal y la respiración es muy entrecortada, demasiado para la cantidad de oxígeno que necesitan. Ya no puede más, que más dará perder si total solo es un combate más… ¡No! ¡Es la final y no se rendirá así como así! De golpe y sin previo aviso, de una brusca sacudida apoyándose en el suelo, se saca al rival de encima y mientras cae hacia un lateral suyo ya está apoyando todo su peso sobre él y agarrando las piernas con un brazo y el otro por debajo de la cabeza, envolviéndola. No tiene ni idea de donde ha sacado esas fuerzas, pero está seguro de que son las últimas, ha llevado al límite su cuerpo. Gira la cabeza hacia su rival y ve en sus ojos la mirada del que, sin comprender nada, ha visto su caída desde la brillante cima hasta la más sombría derrota.
Mira el marcador, diez segundos más, solo diez segundos más y lo habrá mantenido controlado durante los veinticinco segundos necesarios para ganar, observa por última vez el contador y deja caer su cabeza, agotado, sobre su rival. Hace el último esfuerzo, pero ya no siente su cuerpo, realmente es como si ya no estuviese ahí.
 “¡Ippon! ¡Mate Shore-made!” El anuncio del árbitro lo hace volver a la realidad. El combate ha terminado. No puede creerlo, ha ganado, ha conseguido ganar, ahora mismo sería capaz de dar un brinco espectacular solo para celebrarlo aunque no pudiese levantarse luego en todo el día.
Los dos competidores se yerguen y se sitúan en el lugar donde estaban antes de comenzar el combate. El juez levanta el brazo para indicar quien ha salido victorioso y ambos competidores se hacen la reverencia para luego darse las manos y terminar en un abrazo rápido. Se retira de la zona de shiai y vuelve a saludar, a continuación mira efusivo al público, a su equipo y a su entrenador. Sale del tatami con la felicidad brillando en sus ojos y la alegría reflejada en su sonrisa, envuelto en el aura que transmiten aquellos que han sido capaces de cumplir sus sueños.

martes, 30 de octubre de 2012

Silencio en el Ebro

La oscuridad de la luna nueva los ampara. El silencio de la noche es completo, solo se escucha el rumor del Ebro al golpear las orillas del cañón y el fluir de las barcas. Ese silencio sepulcral no gusta a nadie, es el sonido del peligro. El capitán de la compañía conoce bien esa sinfonía de la muerte, originario de la columna de Durruti es un soldado veterano curtido en Aragón y en la defensa de Madrid. Sus ágiles decisiones y sus acertadas maniobras le han permitido escalar puestos rápidamente en el ejército de la República. La temperatura es agradable y los soldados lo agradecen. Nadie habla, pero Capmanet sabe que su compañía está nerviosa, muchos no han entrado nunca en combate y tienen miedo a ser descubiertos por el enemigo. En una de las barcas más retrasadas la situación es semejante. Reeds, un voluntario de las Brigadas Internacionales, decide liberar la tensión y se pone en pie e imita la postura adoptada por Washington durante la travesía del río Delaware; años después un periodista estadounidense interpretaría esto como “un solemne gesto de un compatriota norteamericano durante la Guerra de España”. Un soldado lo mira extrañado y el carabinero Batlle sonríe ante esta imitación, sabe que hay que saborear estos pequeños momentos si se quiere sobrevivir mentalmente en la guerra. Era carabinero antes del golpe de estado, hasta que sufrió un altercado y tuvo que pagar una pequeña condena, allí compartió cárcel con Primo de Rivera y casi presenció en persona su muerte. Militante anarquista desde hace años, al salir se alistó en una de las múltiples milicias que surgieron en Cataluña al comienzo del conflicto. Una vez disueltas las milicias pasó a formar parte de las brigadas antitanques; aunque no volvió a ejercer de carabinero, ese apodo siguió ligado a su nombre durante mucho tiempo. De repente, una sacudida de la embarcación lo saca de sus pensamientos, acaban de llegar a la otra orilla. En pocos minutos los soldados comienzan el ascenso del cañón. Cargando solo con sus cuatro granadas de mano y sus fusiles checos recién comprados a la URSS, los soldados van ligeros por lo que terminan de subir en poco tiempo. Lo primero y único que pueden ver es la oscuridad y Els Auts. Sin parar a descansar parten hacia Fayón, a 50 quilómetros, con una pasión y una alegría nunca vista en las tropas desde la derrota aplastante que sufrió la República en marzo de 1938. Capmanet se detiene un instante y alza la mirada para observar el horizonte, no sabe que le esperan 4 duros meses de lo que será la batalla más larga y sangrienta de toda la Guerra Civil. Sonríe contagiado por la emoción de los demás y corre a reunirse con su compañía.



lunes, 15 de octubre de 2012

Hasta que el cuerpo aguante


Cojo una cerveza, la abro y se la doy. Estoy hablando con ella, tanto tiempo he necesitado para dar ese paso y estar hablando tranquilamente frente a sus ojos. Hay más gente pero están a su aire. Realmente fue una buena idea traer un sillón a la fiesta en la playa. Unas cuantas hogueras por ahí desperdigadas iluminan todo y unos grandes altavoces ponen música continua. Llevamos ya horas hablando. Ahora es ella quien toma la iniciativa. Me coge de la mano y tira de mi para que me levante. Doy un par de tumbos, la mezcla de alcohol y petas a veces puede ser agotadora. Ella también está bastante alegre por el efecto del alcohol y sabe dios que más. En este tipo de fiestas lo más suave que hay es alcohol y nadie se escandaliza si pruebas algo nuevo, es un ambiente en el que puedes ser quien quieras y nadie te juzga. Ella me arrastra hasta el agua. “Te echo una carrera” me dice mientras sale corriendo en dirección al mar. Yo la persigo lo más rápido que me lo permite mi estado. Ella salta y se mete de cabeza, yo la imito y me zambullo. Lo bueno de vivir en el Maresme es que la temperatura del mar siempre es aceptable y no hay problemas de frío. Abro los ojos bajo el agua aunque al ser de noche no sirve de mucho y apenas distingo nada, lo bueno es que me ha espabilado considerablemente. Salgo a superficie y antes de que abra los ojos ya estoy recibiendo el ataque de sus chapoteos y sus risas, sin poder verla le devuelvo el ataque con una ofensiva por mi parte. Voy hacia ella y empiezo a hacerle cosquillas, ella se revuelve y se ríe. Me mira a los ojos y me hunde la cabeza en el agua. De repente, nada más emerger del agua, unas manos me agarran suavemente la cara y sin ver todavía, siento unos labios sobre los míos. Ahora soy yo el que agarro su cuello y su cintura y continúo con el beso.

* * *

Salimos del agua agarrados por la cintura dejando un rastro de gotas que caen de nuestro pelo. Nos dirigimos hacia los demás y allí, bailando a ritmo de “chunda chunda” en una “rave” veo a Alex con una chica castaña. Me ve ir hacia él, le dice algo al oído de su acompañante y viene corriendo hacia a mi. -¡Borja, capullo, has triunfado, sabía que podrías!- Me dice sonriente. –Vamos a ir a un sitio más tranquilo Sabela y yo- le grito para que me oiga. –Ah, guay guay, venga, campeón, ánimo, a ver si se te levanta que no estoy seguro de que sea posible-. –Capullo- Le respondo al mismo tiempo que le doy un puñetazo en un brazo. Se ríe, se despide y vuelve corriendo para que no le roben a su pareja. -¿Qué te dijo?- Me preguntó con aire risueño Sabela. –Nada, tonterías suyas- Ella ríe mi gracia, me coge del brazo y echamos a andar. Llegamos a un sitio, no demasiado alejado, pero si lo suficientemente tranquilo. Nos sentamos y comenzamos a hablar. -¿Sabes, Borja? Llevaba tiempo queriendo hablar contigo- Me dice para mi sorpresa. Ella se da cuenta y me explica. –Siempre me pareciste distinto, no se, no eres como los demás, tienes otras preocupaciones, sueñas y no tienes miedo a lo que piensen de ti. Supongo que eres un poco como me gustaría ser a mi, más libre y sin tantas cadenas propias. Y encima eres mono.- Se ríe al decir esto último y deja ver una sonrisa que cada vez que la veo me deja embobado. Se lleva una mano a un bolsillo del bañador y mientras me comenta -¿A ti tanto porro y alcohol no te está dejando agotado? ¿Te cunde que nos repartamos “a mitas” una raya?- Asiento y saca una pequeña bolsita con polvo blanco. Coge mi mano y le da la vuelta, situándola boca abajo, esparce un poco del polvo y se lleva la mano al colgante mientras explica –Toda la vida me pareció una estupidez eso de cortar la raya con una tarjeta de crédito, para mi eso de usarla para sentir el poder del dinero es una tontería, yo prefiero sentir el poder de la música- Me muestra el colgante que llevaba al cuello, es una púa de un grupo de rock. Con ella comienza a juntar todo el polvo que estaba en mi mano y hace dos pequeñas líneas. -Te veo muy sorprendido ¿es tu primera raya? Es fácil. Estas líneas son pequeñas así que te hará poco efecto, es simplemente para que nos espabilemos un poco. Mira, corto un trozo de cartón del paquetito de papelillos de liar y lo enrollo. Ahora lo pones en una de las esquinas de la raya, te lo colocas en la nariz, te tapas uno de los orificios y lo metes todo para adentro. ¿Ves? Tu turno.- Lo cojo con aire titubeante. –Tienes que hacer como si cogieses mucho aire por ese orificio- Hago lo que me dice y de repente veo como me rasca todo el tabique nasal, los ojos me lloran un poco por el escozor y le miro con la mirada de quien no lo ha disfrutado. Ella se ríe y dice –Tranquilo, nadie lo disfruta y menos la primera vez- Y sin esperármelo, antes de que comience a hacernos efecto, me mira con una sonrisa maliciosa y ojos felinos y se abalanza sobre mi. Empezamos a besarnos apasionadamente y mete la mano por debajo de mi bañador. Mientras tanto yo le desato la parte de arriba del bikini y le quito la parte de abajo, sin lograrme adelantarme a ella que ya me lo ha quitado a mi. Y mientras se oye de fondo la música de la “rave”, nos evadimos de la realidad y nos sumimos el uno del otro. En un estado de éxtasis que solo se consigue con esa mezcla provocada por el amor, el sexo, el placer y las drogas.

* * *

Alguien grita en la oscuridad: –¡¡La noche es larga y nuestra juventud también!! ¡¡Estaremos aquí…!!- Y sin terminar la frase. -¡¡Hasta que el cuerpo aguante!!- Responde al unísono un coro de voces de una juventud marcada y que nunca olvidarán.