domingo, 31 de mayo de 2020

Sagrada Sabiduría

Sobre hombros de gigantes
crecimos inmensos,
vidas finitas
defendiendo sueños.

Levantamos templos
reinando rebeldía,
política de calle
el pueblo resistiendo.

Antes perecer
que sucumbir ante ellos,
mosaicos de auxilio
rezos de vida, de muerte, de tiempo.

sábado, 30 de mayo de 2020

Despedazado

La vida se precipita en un cúmulo de derrotas tras otras, de golpes incesantes, de muertes silenciosas. Todo lo que tienes se perderá con el tiempo, todo lo que has sido hace tiempo que ha desaparecido. Piérdeme en la existencia, lléname de mierda y suicídame. Arráncame los ojos, los brazos y el corazón y luego arrójalos al pozo más profundo que puedas encontrar. No querrás que salga, porque entonces seré yo el que de verdad se suicidará. Y esta vez no será metafóricamente. 

La vida se quema entre cenizas y lágrimas rotas, sangre que se pierde, heridas que supuran. Tristes intentos por mantenerse en pie cuando no queda salida de emergencia. Mi patética capacidad léxica no me permite ir más allá de tan trapaceros párrafos, que no dicen otra cosa que el infinito dolor y rabia que siento ahora mismo, y aún así, son pobres, como yo, como cualquier alma resentida que prefiera seguir con vida antes que morir rápidamente. Ahorrar el vergonzoso espectáculo sería un acto de valentía.

Y yo siempre he sido un cobarde.

Supongo que por eso escribo. Por miedo a vivir. Por miedo a atreverme a hacer cosas. Por miedo. Por miedo a existir.

Tengo una ristra de temores que me asfixian y me impiden respirar. Me ahogo. No hay agua, pero yo me ahogo. Incapaz de coger aire. Incapaz de mantener a flote. Incapaz de estar de pie, cuando solo puedo caer.

No sé por qué seguimos, es tan irónico todo. Seguir, solo por seguir, para seguir llevándonos hostias continuamente. Una tras otra. Sin cesar. Poniendo siempre la otra mejilla. Y dar las gracias educadamente. Siempre con una sonrisa. Porque... ¿Qué hay mejor que desangrarse en vida sonriendo? Como creyéndose uno que le hace un favor al mundo y que alguien se va a percatar de que ha desaparecido.

A nadie le importas. Tenlo claro. Esa es la lección uno.

Esfúmate y cuando puedas suicídate. Esa es la lección dos. Espero poder ponerla en práctica pronto. Ya os avisaré si me ha funcionado. En caso de que así sea lo dejaré por aquí a modo de manual de instrucciones para que podáis ponerlo en práctica vosotros también.

Je. Patético. Simple y llanamente patético.

Y aún así. Me hace sonreír semejante patetismo en forma de vano intento de no ser tan triste en lo que me resta de existencia.

La vida es un cúmulo de derrotas. Cuanto antes lo asumas, mejor te irá.

Me asomaré a la ventana, las vistas son hermosas.

Ya os diré que se ve al otro lado...

Adiós.

viernes, 29 de mayo de 2020

La ciudad de Dios

El día que Roma ardió
hicimos del miedo una norma,
los demonios tomaron cuerpo
y el pecado caminó entre nosotros.

Dios los castigó
-diría Gibbon-
por su decadencia.

Y desde Cartago sonrió
un obispo mientras escribía
quien siembra sal
cosecha su propia ruina,
arrepentíos ahora,
solo la fe del desierto nos salvaría.

Meditando en Athos

Mira los templos,
las cúpulas,
las imágenes.

Mira el Orbe,
el Imperio,
la Romania.

Mira la púrpura,
las familias,
el Senado.
¿Qué queda de todos ellos?

Somos efímeros,
temporales,
no temas pues el final.

domingo, 24 de mayo de 2020

No es algo terrible, pero dejaste fuera la guerra ¿Dónde están los fantasmas? ¿Dónde está la mierda?

Las historias no tienen moraleja, tampoco salvación. No hay lugar a dónde ir cuando te has perdido. Solo asumir el final, sin final. Sin camino qué seguir. Sin sitio a dónde ir. Solo dar vueltas y vueltas a los recuerdos, tratando de aferrarnos al paso del tiempo, como si así todo cobrase algún sucio sentido.

¿Qué es lo que anda mal?

Nada, sencillamente nada.

Simplemente la vida se escurre entre los dedos como reloj que ha perdido la noción de su propio ritmo interno. Solo soledad. Sin alma. Solo. Soledad.

Nuestros fantasmas se arrastran en la oscuridad de la noche susurrándonos todos nuestros miedos, todos nuestros temores. Es difícil lograr espantarlos cuando tu propia mente te engaña. Ahí, en esa soledad exterior, la selva se te mete dentro, taladrándote poco a poco la mente, hundiéndote más y más en la mierda, hasta ahogarte. Como un río de estiércol que se lo lleva todo. A ninguna parte.

Desperdicios. Eso somos.

Desperdicios, buscando desperdicios para dejar de desperdiciar nuestro día a día.


En las noches más oscuras, cuando nuestros propios demonios nos atormentan, dejamos entrar a los fantasmas que nos susurran la magia de la noche y su hechizo se arremolina a nuestro alrededor. Espectrales mantos de brumas se yerguen y el silencio hace desfilar su sinfonía de sonidos. Los grillos y su transmisión de coordenadas en morse, los estridentes graznidos de las aves, el viento enloqueciéndote poco a poco. La oscuridad abre sus fauces y los pozos te dejan caer lentamente, hasta precipitarte en la suave muerte de la guerra.

¿Cómo está la guerra?

Suave. Se avecina un suave día de guerra.

Te susurra alguien al oído mientras el napalm descarga toda su carga incendiaria arrasando kilómetros y kilómetros de selva ante tus ojos. Y ante el horror de la carne quemada y la madera incandescente, tú no puedes dejar de mirar. En una febril éxtasis que te invita a martillear las letras del teclado como una repiqueteante campanilla que llama al adiós final. La belleza del horror, de la mierda, de la auténtica y rastrera ceniza que queda cuando ya toda la pólvora ha explotado en el lodazal de las caídas con las que patinamos una y otra vez. Hasta rompernos la crisma y quedar tendidos en el suelo. Inertes. Ausentes.

Cantos de espectros que vienen a visitarte cuando la soledad es la única invitada a abrazarte.

Todos escribimos por algo. 
Por algún motivo. 
Huyendo de nuestros fantasmas. 
Dando caza a nuestros demonios.
Poniendo coto a la atronadora hélice en que nuestra mente se convierte cuando la demencia se ha apoderado de nuestras ausencias. De nuestro dolor.
De nuestro triste y patético intento de sobrevivir
a la barbarie
de nuestro destrozado interior.

Nuestra alma está rota.
Nuestra vida no tiene destino.
Lo real y lo ficticio se han dado la mano
y ahora son imposibles de discernir.

Da igual.
Todo da igual.
Y parece que nadie quiere comprenderlo.

La selva se lo ha tragado todo
y ahora solo quedan fantasmas,
demonios
y muertos.


Ahora nos marcharemos
y dentro de muchos años volveremos,
echaremos la vista atrás
y lloraremos
por lo que fuimos
y por quienes dejamos de ser.

Hasta entonces
solo podemos dar vueltas alrededor de un lago
de un pueblo perdido
como una hélice
huyendo de la oscuridad que emana la selva.

Tratando de volver
algún día
de esa guerra
sin salvación
ni moraleja.

Las historias de guerra no tienen moraleja

El ritmo repetitivo, martilleante, de selva eterna, de la guerra que nunca se termina. Marcha, tras marcha, tras marcha. Sin final. Sin batallas, sin objetivos, sin motivos. Una sucia y tediosa guerra en la que enloquecer el alma, perderla, asesinarla. Sin causas, sin razones. Solo el constante ritmo repetitivo de la guerra difusa entre la selva que nunca se termina. Y la inndescriptible belleza del horror; del dolor.



* * *



Vietnam no era una guerra, ni siquiera una batalla, era solo una marcha sin fin, de aldea en aldea, sin propósito, sin nada que perder ni ganar.


* * *


Entre la muerte y el hedor viven los miedos que no nos atrevimos a cumplir.


* * *


Una buena historia de guerra. Pero no era una guerra para hablar de historias de guerra, ni para hablar del valor, y nadie en el pueblo quería saber nada sobre el terrible hedor.


* * *


Estaba solo.

Había perdido su alma, pero no le importaba. Solo quería un baño.

jueves, 21 de mayo de 2020

Alas de poesía

La poesía hablando el lenguaje de los cuerpos,
caricias al oído,
miradas a besos,
labios entreabiertos,
instantes eternos
que llevar de mi pecho a tu espalda,
palabras que se llevan la almohada,
sonrisas robadas
en la piel erizada,
el cuerpo firme y el alma bajo las sábanas.

La prisa de consumirnos por momentos,
alargar el tiempo,
hacer inevitable el encuentro
efímera tinta en tus piernas
y los sueños entre tus dedos,
arqueándonos, arquebotándonos,
como contorsionistas sin miedos,
cuerdas ni arcos
que desnudan a mordiscos
lo que a gritos susurramos.

Pintaremos versos,
escribimos lienzos
y cuando roce el horizonte
ven con el viento,
que quiero hacer contigo el arte
que vive en iglesias, museos y templos.

martes, 19 de mayo de 2020

NUEVO LIBRO: DÍAS EXTRANJEROS

❤️¡Amantes de la poesía, difusión y amor, por favor!❤️

🙌Voilà mi plaquette Días Extranjeros🙌

Un pequeño recopilatorio de poemas de las horas más duras y tristes de mi vida hace ya dos años, que por fin ven hoy la luz.

💜💜💜

Es lindísimo y solo cuesta 3 euros.

Si queréis saber más sobre cómo conseguirlo abridme MD en Instagram o Twitter.



domingo, 17 de mayo de 2020

Se apaga el tiempo

La muerte
en el día a día
constante,
fantasma,
sombra en el día,
faro en la noche,
recordatorio
vigente
que se susurra.

La muerte
triste certeza
siempre presente.

jueves, 14 de mayo de 2020

Al mirar por la ventana

En la noche madrugada,
negrura de cristal,
sopesé el aire que quedaba
para poder respirar,

creí ver nieve en la mañana
y copos en el mar,
todavía terminaba
cervezas sin mirar.

Entre espuma de paz
y lágrimas sin final,
soporté espirales turbulentas
cuando esperaba soñar.

Elegí ser rey
de la muerte distante,
sometí tu ley
a tu grito asfixiante.

Sorprendí a tu ser
de calles distantes
aspiré a ver
al futuro astillarse.

Donde hay barco
manda capitán,
yo soy marinero
costumbre de soledad.

Ahora sueño con derrotas
de ventisca infernal,
el mayor desastre fue
lograr gobernar.

Elegí ser rey
de la muerte distante,
sometí tu ley
a tu grito asfixiante.

Sorprendí a tu ser
de calles distantes
aspiré a ver
al futuro astillarse.

Ya no hay pasos
que me lleven más allá,
ya no queda nada
que me invita a volar.

Entre el frío del mundo
escarcha de intimidad,
entre el deshielo astuto
vaya desastre invernal.

Elegí ser rey
de la muerte distante,
sometí tu ley
a tu grito asfixiante.

Sorprendí a tu ser
de calles distantes
aspiré a ver
al futuro astillarse.

vuelve... vuelve... vuelve...
        vuelve... vuelve...
vuelve... vuelve... vuelve...

Elegí ser rey
de la muerte distante,
sometí tu ley
a tu grito asfixiante.

Sorprendí a tu ser
de calles distantes
aspiré a ver
al futuro astillarse.

sábado, 9 de mayo de 2020

La ciudad de los muertos

Un manto de ceniza se desgrana en la memoria como los recuerdos que buscan cobrar vida en otra vida, en otra época. Los pasos de la ciudad maldita nos conducen inevitablemente hacia el pasado que creímos haber dejado atrás. Será ahí, en esa difusa incertidumbre, donde podamos hallar respuestas a todas las preguntas nunca formuladas, como pequeños títeres sin cuerda que se sorprenden al poder caminar por sí mismos. La vida son las luces y sombras que arrastramos a nuestro paso, como un juego fúnebre del que intentar escapar cuando irremediablemente no hay salida para tanta fotografía en blanco y negro. El mar, en su inmensidad, se deshace en mil acuarelas nebulosas de grises sofocantes y entre la calma y el olvido de la noche, nos sorprendemos al toparnos con los senderos que nunca nos atrevimos a seguir.

La justicia del porvenir se deshace en insondables miradas al vacío. Ahí, entre tantos gritos ahogados, la poesía se fuga tratando de encontrar camino para tan diestro Sino que se consume devorándose a sí mismo. Féretros sin nombre se deslizan entre avenidas de tumbas, lápidas y mausoleos, mientras los cipreses se alzan intentando arañar el cielo. Como si pudieran.

El infierno está cargado de buenas intenciones. Ahí, en ese silencio, la muerte se arrastra como una negra serpiente que todo se lleva. La mirada de los cadáveres nunca te devolverá la imagen de su asesino, y entre gritos ahogados y palabras perdidas, sucumbimos a la desesperación en las laderas de la ciudad de los muertos que se alza, impertérrita y eterna, custodiando el pasado ante una ciudad que se afana en olvidar la rosa de fuego que todo prendía a su paso.

Que desesperación puede llegar a encerrar los mundos barridos de largo. Como incendios que todo lo arrasan, como llamas que todo se tragan, como cenizas que se deslizan entre los dedos hasta envenenarnos lentamente el corazón. Maldiciéndonos, en vida, por tratar de soportar las caídas ante el horror.

En lo alto del mundo huimos al descubrir nuestra creación. Como un dios denostado, perdido y desorientado, ante tanta tétrica sublimación catártica que todo pretendió solapar con las incesantes llamaradas de asfixiante dolor. Cuchillas que abren heridas en dos. Pechos destrozados a palabra armada. Cañones de bala que humean abriendo la carne a bocajarro, levantando una neblilla roja en suspensión. Sangre para el paredón de los llantos fúnebres de la sin razón.

Un manto de ceniza se desgrana en la memoria de los recuerdos de la ciudad de los malditos. Y ahí, en esa desesperante incertidumbre del horror, se alzan las saetas al cielo, los templos, los llantos y triste y cansado retazo de la melodía que atenaza al olvido en su telúrica voz.

Vivir con dolor

La noche se estrella en el mar,
espuma ardiente salpicando el manto,
insondable secuestro del tiempo,
rompeolas de vidas robadas.

Relámpagos de recuerdos,
metralla cardinal
afilando heridas supurantes
desperdigadas en la distancia.

Rosa de fuego,
calles sangrantes,
miradas de vacío,
olvido resquebrajado.

Paz destrozada,
sonrisas rotas,
ceniza y sangre en el viento,
vidas malditas hundidas, remotas.

viernes, 8 de mayo de 2020

Un escalofrío recorre mi cuerpo

Aquí se muere uno de estar.
De arrancarle la vida a la muerte
y desgranar tiempo a contrarreloj
como un llanto imperenne
que todo se lleva
y que nada deja,
hasta la ristra de manecillas
perdidas en ninguna parte.

Solo la lluvia se lleva
ríos de palabras
que atesoran
la eternidad en las yemas
de los sueños apagados
entre escintilantes llamas
que bailan al son del vaivén
de las olas
del mar negro.

La noche fantasma
se fuga en un manto de oscuridad
y negrura,
amenazando demonios y tormentas
que retumban en el horizonte,
como llamaradas que iluminan un instante
todo
y luego se van
para no volver.

La vida
se apaga
en relámpagos
de dolor
insustancial
y cruel,
como el rigor mortis
que atenaza
las esperanzas
consciente de que no hay pasos
para el cielo
en esta escalera descendente que nos arroja
al más
amplio vacío
del existencial olvido.

Entre tanto y nada
queda
la agonía del sufrimiento,
por eso agacho la cabeza
y paso de largo
esperando a no caer todavía en el intento,
porque aquí te mueres de estar,
solo por eso.

La desmemoria se lo lleva todo
como la lluvia lavando las heridas
en un océano de cenizas
que se desperdiga
sobre la ciudad maldita
que nunca duerme
en sus laberínticas calles de derrotas.

Ahí, en el callejón de las incógnitas,
nada queda,
nada aflora,
solo sombras
empedradas
al son de los pasos silenciosos
que se arrastran
tras de sí
en la desesperante madrugada negra.

Aquí se muere uno de estar.
Así, suciamente escrito,
figurará el epitafio
en mi patética tumba,
sin lápida, desierta.

jueves, 7 de mayo de 2020

Mis plegarias tienen nombre

Canté muerte en cada verso,
en cada rima descubrí vida,
te vi, despierta, en la luz
y campos de trinos
relumbrando sonrisas de niños
en un crepúsculo envejecido
descansando sobre el oro del mar.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Destino alguna parte

El mundo te llama tras los pasos de vidas que se consumen entre la historia de otros tiempos, y ahí, en esa magia del descubrimiento, reside la esencia del viaje que se aventura hacia donde nunca soñamos con llegar.

El viaje nos transporta hacia nosotros mismos, hacia quienes fuimos, hacia quienes somos, hacia quienes seremos, como una brújula de sueños que te invita a dejarte llevar, descubriéndote como si nunca antes te hubieras mirado al espejo.

La vida se disuelve en certeros instantes de eternidad, saltando de vida en vida, saltando de sueño en sueño, como un viajeros incansable que recorre los desiertos de su propia soledad para llegar a algún rincón en el que erguir sus propias torres del silencio. Ahí, entre las arenas del tiempo, podremos llegar a pensar en reconocernos, como desconocidos inciertos que nos reunimos con las ciudades que siempre nos esperaron. Aguardando. Pacientemente. Dispuestas a revelarnos
una vida de sueños
que alcanzar
para poder caminar
siempre un paso más allá,
rozando con los dedos
la palabra libertad.

Ubi sunt

Derribamos el cielo
para no tener igual,
creamos rivales
para ser pueblo inmortal.

Contemplando las llamas

Llegará el día en que perezcan
la sagrada Roma y César
y el pueblo de César, el de la buena lanza.

lunes, 4 de mayo de 2020

Ondearán de nuevo

Instantes de fuego
atardeceres en la mirada,
incandescente alma,
corazón ardiendo.

Luchando contra el tiempo
blandiendo las lanzas,
escudos de palabras
en futuros pretéritos.

Quebrantando baladas
soñándote lejos
rozando mañanas
sonriéndole al miedo.

Plantándoles cara
viviéndonos lento,
inagotables batallas
estandartes al viento.

viernes, 1 de mayo de 2020

Arrastrando los pasos

Llueve siempre de noche últimamente, como ríos de soledad que inundan todos los corazones en este país de olvidos y olvidados. 

Esta ciudad está maldita y se alimenta de nuestras almas. Es el dolor, ese infinito dolor que se esconde en sus callejones y que lo devora todo a su paso. Sin dejarnos vivir.

Es la lluvia como un reloj que todo se lleva, incapaz de mirar atrás ante tantas ausencias. Ahí, en ese infinito, los grises tonos de melancolía lo cubren todo y cuando miro al negro fondo del lago no veo nada más que dolor. 

Ahí de pie, con las manos en los bolsillos, me pierdo en ninguna parte, consciente de que huyo más de mí mismo que de cualquier otro demonio que me pueda encontrar en esta incierta vida.