sábado, 12 de febrero de 2022

La otra cara de los viajes - Aniko Villalba

Los viajes tienen dos caras, una cara que nadie ve,
dura,
difícil,
y una cara destellante que ve todo el mundo
con demasiada nitidez.

Y en medio de esas caras
está la neblina difusa
de vivir el viaje,
haciendo equilibrios por encontrar tu felicidad,
por encontrarte a ti,
por buscarte,
por buscar la libertad.


Muchas veces cuando me preguntan por mis viajes y por cómo puedo viajar tanto respondo con franqueza que viajo porque así yo lo elijo, igual que ellos eligen todas las semanas salir a cenar, ir al gimnasio, o comprarse las cosas que desean comprarse. Ellos eligen todo eso, y yo elijo viajar. Así de sencillo, no hay mucho más. 

No voy a decir que si quieres puedes, porque todos sabemos que esa frase no es cierta. Pero sí voy a decir que
si no quieres, no puedes
porque es así, porque viajar, contra todo pronóstico y contra toda idealización que nos venden, cuesta;
viajar cuesta,
y mucho,
y no hablo solo de dinero, hablo de tiempo, de esfuerzo, de ganas, de iniciativa.

Viajar no es irse de vacaciones, aunque para irse de vacaciones uno pueda viajar.

Viajar, se viaje como se viaje, con todo programado o sin ningún tipo de programación,
precisa de una preparación previa,
de una organización del viaje,
dónde vas a dormir,
qué vas a comer,
con quién vas a ir,
qué transportes vas a usar,
a qué hora te vas a levantar,
qué presupuesto tienes,
en qué vas a gastar ese dinero que tienes,
qué ciudades eliges ver,
y por su contraparte:
qué ciudades eliges no poder ver.

Porque viajar es elegir.
Viajar supone decidir qué vas a hacer y qué no vas a hacer, qué podrás conocer y qué cosas puede que jamás llegues a conocer.

Viajar es elección. Una decisión tras otra. Y otra. Y otra.

Viajar es tomar la iniciativa de ti mismo y solucionarte por ti mismo todas tus decisiones. Nadie va a decirte qué hacer o qué dejar de hacer. Pero tampoco nadie te va a ayudar a delegar esa responsabilidad, a desconectar de la necesidad imperiosa de tomar una decisión tras otra.



Muchas veces cuando me preguntan por mis viajes se sorprenden de todos mis destinos, de todas mis rutas, de todo lo que hago
y me dicen frases semejantes a qué suerte tienes!, ojalá poder viajar yo tanto!, qué envidia!, tú sí que vives bien!, con el añadido muchas veces del lastimero ...no como yo...
y yo,
ante esas muestras de reproches, victimismos y envidias insalubres,
me pongo muy serio
y respondo que así lo he elegido yo,
que cada uno elige cómo vivir su vida,
y viajar es lo que he elegido yo.



Porque, como he dicho antes, viajar es elegir.



Y en esa otra cara de los viajes que nadie ve
porque está oculta tras la luz cegadora
de las vacaciones constantes idealizadas,
hay muchas cosas
sobre las que nadie habla.

Por eso, cada vez que leo a Aniko me siento tan identificado,
porque habla de las cosas y de los viajes a las claras,
sin medias tintas,
diciéndote lo que nadie te dice,
tanto lo bueno,
como lo malo.

Y en esa cara B de los viajes
que nadie nombra,
está esta lista
que allá por el verano de 2014 ella escribió
(antes incluso de yo conocerla),
y que siempre me ayuda a conectar conmigo mismo
en la luz
y en la oscuridad.

Para recodarme, recodarles y recordar
la otra cara de los viajes.




En el lado oscuro de los viajes entran muchas cosas,
es un cajón desastre donde se guarda todo,
aunque el contenido depende de cada dueño,.
Un viaje no te resuelve todos los problemas
ni te permite escaparte de nada,
viajar solo no significa estar solo,
pero puede hacerte sentir doblemente solo.
No todos los lugares te van a gustar
y no todas las personas te van a caer bien.
[...]
Viajar barato supone mucho esfuerzo,
el presupuesto influye en las decisiones
y hay que dedicarle más tiempo a la logística:
dónde duermo hoy,
adónde voy mañana,
qué alojamiento me conviene,
a qué hora sale el colectivo,
dónde me deja el tren,
[...]
en qué lugar de la ruta tengo que pararme,
cómo voy a tener un espacio de trabajo,
cuánto me va a costar todo esto.
Viajar por mucho tiempo cansa
y te hace perder el asombro.
Todos los ríos son iguales.
A veces la gente te idealiza,
como si tu mochila te diera superpoderes,
a veces creen que no existís.
A veces querés teletransportarte a tu casa.
Trabajás sin horarios ni estructuras
pero tu computadora se va comiendo los paisajes.
Caés en paracaídas en la vida de la gente
y todos te tratan con urgencia.
Tus amigos son puntos sueltos en el mapa.
Puede que te enamores de alguien
que no viaja ni quiere viajar
y que te des cuenta de que tu necesidad de movimiento
es igual a tu capacidad de desapego.
[...]
Viajar por viajar es lindo
pero después de un tiempo hace falta un objetivo,
un hilo conductor,
y no es fácil darle sentido al viaje.
Entrás en un limbo donde todos los caminos son posibles 
y te paralizás.
Si pasás mucho tiempo afuera
quizás quieras recuperar tu otra vida,
pero al volver te vas a dar cuenta
de que ese ya no es tu lugar,
de que no sabés cual es tu lugar,
de que ya no hay más lugares.
Vas a tener que aceptar que siempre vas a estar lejos.

- Aniko Villalba



*                     *                    *                     * 





También hay personas que entienden esa necesidad constante por ir más allá, siempre más allá,
y que tome las decisiones que tome me apoyan
porque para lo bueno y lo malo están.
No quería olvidarme de ellas.
Gracias a ellas mi pothos no me consume como una llama en un instante.

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