viernes, 26 de junio de 2015

A veces

A veces me gustaría correr y perderme en el tiempo, cruel lamento, no sé ni que digo ni que siento, porque el cuento se reescribió y ahora está firmado por alguien ajeno al que no entiendo.

Y escribo estas líneas en papel, espero que donde estés el correo llegue bien. Pero miento, porque ni la frase es mía, ni las líneas están escritas en papel, ni siquiera en un mísero billete de bus que contenga un pareado breve, pero conciso, que contenga todos mis sentimientos hacia ti. Pero no. Ni es un ticket, ni son líneas de papel, ni hay correo que enviar para que el correo llegue bien. Porque por más que pase el tiempo, mi nombre seguirá sonando melodioso, porque por más que pasa el tiempo, mi mente sigue encerrada a orillas de ese río castellano, como una cárcel de Lucifer siempre a punto de volverme loco. Aunque de eso va esto, ¿no? De rellenar con letras la vida de un loco; como un diario que pierde hojas por todos lados.

A veces me gustaría hacerme sólido y difuso, como un ligero copo de nieve que adquiere forma a medida que la nube lo trabaja, poco a poco, delicadamente, hasta que el cielo ya no puede seguir sosteniéndolo y cae por su propio peso hacia la tierra. Surcando así el aire como una estela con forma de obelisco que llega hasta el techo del inframundo. Y allí se derrite y se hace agua, porque evoluciona, como un susurro al oído que te hace crecer, “poc a poc”, hasta convertirte en lo que eres. Porque aunque la gente rehuya el Infierno, todos sabemos que en la oscuridad no se esconde nada más que tus propios demonios, y a esos no hay porque temerlos, sino convivir con ellos y sacarlos a relucir cuando la adrenalina lo dicte.

Y escribo líneas sin dosel. Líneas sin dosel y sin argumento, porque todo son palabras sueltas sin ton ni son, sin pulso de reloj que marque un simple y llana nota de sol. Porque todo son símbolos e imágenes que nadie entiende, porque todo son palabras que se lleva la marea para dar paso a una nueva historia, una nueva leyenda. Quizás las palabras escritas en la arena no sean una mera idea, quizás simplemente sean todo metáforas que ocultan lo que el corazón de hielo no quiere o no sabe susurrar, como una caricia al oído, como un murmullo del mar.

A veces me gustaría correr y encontrarme en el tiempo, porque quien fui ya no está y quien seré no volverá, y aquí, en este preciso instante, no hay nadie más que la sombra de un ser que duda sobre su propia existencialidad en la realidad.

A veces me gustaría correr y a veces perderme en el tiempo, pero el que no sabe lo que busca nunca lo encuentra.

A veces me gustaría dejarme llevar en la orilla del tiempo y que lo inexistente me guiase en su viaje iniciático esotérico.

A veces…

A veces ni se lo que pienso, así que escribo estas líneas en el tiempo; impregnándolas con lo que siento.


lunes, 8 de junio de 2015

El viento rumorea que el aire vuela, se dice
que el mar no condena y salta de batea en batea,
saltándose la casilla de salida y sin llegar a la meta,
que pena que la cara del poeta sea un poema,
un romance de once sílabas de leyendas.
Sin duda no hay pieza suelta
en este puzle que no conecta,
pero la oca sólo sigue la senda,
una pata de concha, se cuenta,
la ruta de una estela
que no gana quien no besa
y el que calla no reza
que la esperanza es una estrella
y yo se que la recta no (y)erra,
pues diestra y derecha marca la tecla,
una blanca corchea, una cuerda tensa,
limada, pulida, letal y certera.
Que quien no apuesta no besa,
que quien algo quiere algo le cuesta.
Que se rumorea en las leyendas que la cara del poeta es un poema
ruborizado en este romance escrito en el mar de bateas.