Pero hice lo mismo que todo el mundo. No me embarqué. Ocupé mi puesto en la fila que vacilaba ante la puerta abierta del infierno. Poco a poco, fuimos franqueándola. Y con el primer grito de la inocencia asesinada, la puerta sonó detrás de nosotros. Estábamos en el infierno, y ya no hemos vuelto a salir jamás.
Albert Camus - El verano
Los héroes de otros tiempos han muerto, arrasados por el paso de los relojes. No quedan sueños cuando no hay libertad, y en esta cárcel de noches en vela y barrotes de oro
miramos a través de los cristales de nuestra inconmensurable ansiedad. Queremos. Queremos todo. Queremos la vida. Queremos la amistad. Queremos el amor. Queremos los sueños.
Y pese a ello solo podemos tener lo que no acertamos a querer, ironías de la vida, supongo.
Abrimos las puertas del infierno
y cuando eso ocurrió
ya no sabíamos qué hacer.
Ahora solo habitamos el infinito presente
sin más suerte
que la muerte por inanición vital:
una suerte de desidia que se ha apoderado de todos nosotros
haciéndonos incapaces de ver más allá de tres metros, planear más de un futuro a corto plazo y dejarnos inundar por horas y horas de vídeos que no duran de media más de un minuto.
Lo llamaban libertad.
Y sin saber cómo
la gente quiso creerlo
y ahora
quienes somos conscientes
vivimos aquí
encerrados, atrapados, sin posibilidad de salir de este trucado sueño.
Si Prometeo volviera y viera para qué ha servido su castigo,
elegiría dejar de ser divino,
encadenarse de nuevo
y sacrificarse para darnos el fuego, las artes y la humanidad,
porque sin esperanza por que todo cambie
¿qué nos quedaría?
Y pese a todo
Prometeo lo sabía
y eligió como cristo redentor,
pero sin deuda de nuestra parte,
sufrir por toda la eternidad
para que nosotros pudiéramos elegir soñar,
tener esperanza,
tener la libertad de amar y de construir futuros en los que ser mejor de lo que somos,
en los que no sufra nadie.
Abrimos las puertas del infierno
y mientras caen bombas en Gaza
elegimos mirar a otra parte.
Suerte que Prometeo no existió
y nosotros solo somos almas incapaces de salvarnos, de luchar por alguien
que no sea nosotros mismos.
La esperanza ardía
pero nadie vio su luz
hasta que fue tarde.
- Prometeo a las puertas del infierno