lunes, 30 de diciembre de 2019

Muerte me haréis

Entre la noche y el tiempo
yo me encontré
en un lugar sin vida
al final recobré
todos los peajes sin salida
como no soñé
y ahora solo tendría
una forma de ser
un refugio de muerte
cómo llegué a ver
que no hay ruina
para tanto dejadez
y solo hay prisa
cuando llegue el último tren.

Entre la noche y el tiempo
yo me fugué
y ahora ya no hay miedo
a lo que quise ser
solo un rastro de restos
para vivir sin ver
nada allá lejos
nada por lo que volver.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Cuando te has ido y solo puedo escribir

La habitación huele a ti,
te has ido
y la habitación huele a ti
y ahora solo queda un puñado de cenizas en la ventana
y una colilla apagada en el fondo de una botella,
eso es todo,
lo demás es un reguero de recuerdos enmarañados con las sábanas y el edredón
y tu olor en la almohada
para cuando se me haga insoportable tu ausencia
en esta tarde de invierno
en la que el sol calienta
pero nunca lo suficiente
como tus caricias y tus besos.

Estoy escuchando a Saez
mientras lo ordeno todo un poco:
es el resultado de una batalla campal
y de mucho polvo que limpiar
con cuidado
como cuando me quitas las legañas al despertarnos
y me desperezas con el vértigo de tu espalda
por la que me pierdo
hasta caer
sin saber muy bien cómo
en ese hechizo que destejes alrededor tuyo
para verme arder
de infinita pasión.

La habitación huele a ti,
pero tú no estás
y yo solo puedo recordar estos días
con las manos desnudas
y la mirada perdida en el horizonte
mientras apuñalo el teclado
tratando de emular en algo
el tiempo que pasa, que paso,
a tu lado,
bajo litros de agua tibia en la ducha
y nuestros cuerpos jugando a ser uno.

Estoy ordenando este desastre
que es mi habitación sin ti,
y solo encuentro motas de polvo
que me hablan de que ya no estás aquí,
porque cuando eres presente
todo vuela a ninguna parte
y solo importa el instante
en que desbordamos la imaginación
por los cuatro costados de la cama,
y la poesía se funde en un maresme de paz
y calma
y largas palabras que acariciar bajo nuestra mirada acunada,
y susurros que aderezar al oído
confidencias y cariño
para abrir camino
hacia el viaje que hacemos siendo uno,
como si no tuviésemos rumbo
pero sabiendo que queremos llegar a un final juntos,
y lo demás da igual,
porque lo importante de viajar
es el viaje que hacemos sin miedo al futuro.

La habitación huele a ti
porque no estás,
porque te has ido,
y yo solo puedo escribir sobre todo este mundo
sin ti,
contigo,
conmigo,
junto a ti,
ven a darme la mano
que quiero saltar
como si en el horizonte del Atlántico
solo existiera la palabra libertad
desde el principio
hasta el fin,
abriendo las alas para volar,
vivir,
en paz y feliz de ser sueño eterno desde aquel octubre en que te descubrí.

jueves, 26 de diciembre de 2019

Ménade danzante

Su cuerpo baila mientras las luces le iluminan cada destello de sus ojos tristes que caen en cada esquina del lugar.

La lluvia se pierde por los rincones,
y no hay paz cuando el infierno arde fuera,
deberíamos tener eso claro antes de saltar hacia ninguna parte.

Quizá no sea la lluvia lo que asoma
sino, más bien, cada mar que sale de sus ojos
cada sombra que construye con sus manos
cada palabra que convierte en cuchillo,
en puñal,
que se clava a ella misma.

Y así en plena caída
queda un reguero de pólvora listo para explotar en cualquier instante
hasta que no queda paz.

¿Qué tendrá la vida que se escribe mejor con luna que con sol?

¿Será que la luna no recuerda su nombre?
¿Será que la codicia del humano deja desolado a todo aquel al que toca? -o lo que al menos añora-
Qué probabilidad hay de que ella,
la chica danzante, me refiero
no sea la luna.

Entre la triste escala de grises
este mundo se lleva por delante los corazones
y ahora quedan cuadros en blanco
esperando a que Dorian Gray recupere su rostro de antaño.

una brisa
            un aroma
                       un beso
                                 un espejo
                       una vida
            una muerte
un te quiero

Un corazón titiritero.

Un canto de muerte que dejar indiscreto.
...
...
...
Los ángeles han caído
y todo es caos y sinsentido
somos miedos lastimeros tratando de aferrarnos a algo
y así vamos sonriendo de medio lado
con tal de no sentirnos tan perdidos en este mundo de ciegos olvidados.

Mientras Lucifer, mírala
gózala
porque ella
acabará con todos tus demonios
y los encerrará en la marca de tu pecho, tranquilo
lo besará cada día
para que no sufras.

Nos vemos en el horizonte.





A dos bandas (Petauroak y Lura)

Soy el rey de la pista

Soy el rey de la pista
todo gira y gira,
nada queda
bajo luces intermitentes de mil colores
que todo se llevan
y lo único que queda soy yo.

Soy el rey de la pista
bailando sin final
en un irrefrenable juego de matar y ganar,
quien se lleva por delante al destino
es el único que puede ser llamado valiente,
y ese quiero ser en este cuento:
el único que queda al final soy yo.

Soy el rey de la pista
y ya la música ametralla los oídos
y la excitación se viene arriba,
toda la discoteca arde
y yo solo salto de forma irrefrenable
hasta caer todos rendidos
porque el único que queda soy yo.

Soy el rey de la pista
no te enamores de mí, cariño,
seré mejor que tú,
dame la mano si quieres bailar
y no te arrepientas cuando todo acabe
recuerda que el único que queda soy yo.



Soy el rey de la pista
nada vive fuera de mí,
el alcohol desborda por todas partes
y la muerte ha pasado de largo,
sigue bailando, no pares, todo desaparece
y lo único que queda soy yo.

Soy el rey de la pista
el amor no está hecho para mí,
recuerda estas palabras cuando todo arda,
no pagamos devoluciones de heridas y corazones
en este sinsentido de revueltas y sudor,
lo demás es nada:
el único que queda al final soy yo.

Soy el rey de la pista
la victoria está hecha para mí,
pereceré cuando llegue el momento,
pero ese día no será hoy,
sigue bailando hasta caer rendido
y fóllate a quien te diga lo contrario
porque el único que queda soy yo.

Soy el rey de la pista
no te enamores de mí, cariño,
no estoy hecho para ti,
dame la mano si quieres bailar
y ya pensarás mañana en todo lo que pudiste soñar,
recuerda que el único que queda soy yo.



Soy el rey de la pista
y cuando el sexo, el sudor y el amor se confundan
saldré a bailar hasta que salga el sol,
y dame la razón
en este último baile de confusión:

no te enamores de mí,
nadie podrá hacerte disfrutar en la noche como yo
y siente las luces, los flashes y el calor,
porque recuerda esto que te digo
el único que quede al final de todo
siempre seré yo.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Pedazos de papeles rotos

I

Escribo tratando de afilar el cuchillo
es lo que tiene el entierro en vida
de las heridas que nos vuelven ruinas,
ristras de palabras que fulminan la partida,
llantos sobrios de locos que buscan salvarse
cuando simplemente estamos rotos.



II

El infinito se pierde en una carretera nocturna de estas que parecen no tener final, no sé a dónde voy, pero trato de hacerlo lo mejor que puedo para no tener que arrepentirme cuando llegue la ultima campanada.

Ahogo las penas con pipas porque bastante 
resaca tengo ya con pasarme el 
día encerrado en casa.

Canto levantando el brazo
ardiendo la mirada por esta tierra
como la muerte que me ha llevado
deshago rimas sólidas por hacer equilibrios
en este cerebro

de soledad.



III

Llanto
de guitarra triste,
lágrimas
de trastes melancólicos,
olvido
de acordes rotos,
silencio
de música apagada.

No
      hay
             ya
                  palabras.



IV

Voces que se llevan el viento,
silencio que trae la noche,
cenizas que soplan en el aire,
polvo que cae en ninguna parte.



V

Hasta la noche,
hasta la vista,
hasta las prisas que se nos fueron
por consumir las colillas de esta vida.



VI

Los pájaros se ríen de tus lágrimas
y las nubes son indiferentes a tu dolor,
el mundo sigue
y tú no puedes hacer otra cosa que sentarte en una esquina
a pensar
en cual es el siguiente paso a dar.

Como un loco,
como un olvido,
como un recuerdo no vivido,
como una vida que no te pertenece.

¿Cómo harás cuando te lo pregunten?

¿Cómo harás cuando te pregunten qué vas a hacer?

Solo rasguear una guitarra y escribir unos versos no son una solución,
solo unos versos no son una solución,
solo vivir no es una solución,
solo sabes que no hay solución para el viento que se ha perdido en la lejanía.

Y llora, el loco llora,
solitario en la noche,
rezando que quiere morir,
rezando que quiere volar.

Y los sueños brillan más alto que nunca.

¿Podremos soñar?
Podremos soñar.

En esta vida
podremos soñar.



VII

¿Cómo te diré que hay razón para escribir?
¿Cómo te diré que hay razón para vivir?
¿Cómo te diré que tristes podemos ser felices así?
¿Cómo te diré que llorar es vivir?
¿Cómo te diré que el mar quiere escribir?
¿Cómo te diré que el cielo brilla sin mí?

¿Cómo te diré todo eso?

Te lo diré,
de algún modo te lo diré,
y sabrás seguir,
sabrás seguir.

Mientras tanto sueña,
eso es lo que tienes que hacer.

Y ahora duerme.

Mañana será otro día.

Mañana serás feliz.



VIII

Vivir... 
En eso consiste todo:
Vivir.

Soy la puta del baile

El poema es escupir sobre la nada.
[...]
El suicidio eterno del verso.

Leopoldo María Panero



En la penumbra de este mundo nos mentimos a nosotros mismos con tal de lograr alcanzar algún lugar y ya no hay paz para nadie, y ya no hay paz en la que descansar. Solo queda un rastro de llamas entre las que arder hasta ser cenizas, hasta ser infinitas cenizas que meterse por la nariz.

En un baño cualquiera bajo luces constantes de neón me metí más rayas de las que pude contar y le hablé a mi reflejo, consciente de que no era yo mismo, y él escupió sobre mí, gritándome toda la mierda que le hice tragar y lacerándome el cuerpo para recordarme que ya no podía más.

Caí, caí en una espiral de dolor y no quedaba ya marcha atrás y sonreí, porque no hay mejor artista que el poeta maldito que sangra todas sus heridas en el papel, por verse morir en vida, por verse vivir en muerte, por desangrarse hasta suicidarse en un puñado de versos que nadie jamás llegará a leer.

Y sonreí. Porque... ¿qué más iba a hacer? Y salí a la pista de la discoteca mientras la música martilleaba los oídos entre ritmos electrónicos y bajos y graves constantes y bailé, bailé hasta no poder más, bailé hasta caer rendido, bailé hasta que mi cuerpo no pudo más y el sudor resbalaba por mi frente mientras yo ido miraba hacia el techo y las luces de colores que lo flasheaban todo. Me perdí entre piernas, saliva, bocas y lenguas, entre sonrisas lascivas y frenéticos bailes de puras convulsiones corporales y no paré de bailar nunca en ningún momento, jamás. Bailé hasta que ya no pude más. Y eso hice. Sonreí.

En la penumbra de este mundo a veces vivimos sin saber muy bien el motivo, las noches nos pillan a destiempo y los amaneceres nos sorprenden tirados en el sofá o la cama, con todas las cervezas, la ropa y la droga tirada por la habitación. La resaca en las venas y la pasión de los cuerpos desnudos todavía a flor de piel. Con la vida perdida en ninguna parte. Con el dolor del presente en el tiempo y con los pasos justos para ir al baño, echar una meada, asomarme a la ventana, entrecerrar los ojos incapaz de soportar la luz natural que me intenta arrastrar al exterior y deslizarme sin levantar los pies del suelo hasta la cama, donde caigo rendido, donde caigo muerto. Hasta la noche siguiente.

Y así cada jornada de pura rutina y desidia en la que no queda nada más que hacer que seguir, seguir, seguir, seguir irrefrenablemente a ese ritmo insoportable para no tener que pensar, para no tener que cuestionarme todo, para no tener que soportarme, para no tener que preocuparme por un cuerpo que no resistirá por mucho tiempo más ese malestar martilleante y constante que le asalta veinte de cada veinticuatro horas al día.

La noche se ha perdido en algún baño mientras tiraba de la cadena del váter. En una lúgubre espiral de autodestrucción. Y los labios entran y salen tras las puertas de los retretes. Y yo soy el rey de la pista, aunque nadie lo sabe. Y todo gira entorno a mí. Y todo gira sin cesar. Y yo bailo, y bailo, y bailo hasta que ya no puedo más. Y cuando eso ocurre... sigo, sigo bailando, porque ¿para qué parar?

Mierda, joder, putain. Grito en todos los idiomas.

Nadie me entiende.

¿De qué sirve gritar en silencio cuando nadie te escucha?

Y me abro las venas y me rajo las heridas y me lacero la piel.

Flagelándome el cuerpo para algún día perecer.

Pero ese día no es hoy. Y yo lo sé.

Por eso voy al baño.

Me esnifo la vida.

Y salgo pletórico al centro de la fiesta. Como si nada importara. Como si nada valiese la pena.

Solo este irrefrenable baile que no tiene final.



Así,
siempre,

hasta que ya no pueda más.

Yo vi todo lo que quise ver

La vida son las poesías que escribimos
duelos de esgrima
bajo los rayos del sol,
el corazón llameante,
imparable e indomable
como un mundo que se diluye
entre el viento del Atlántico
en un acantilado bretón,
poesía de un diapasón
gritando razón
en un mundo de sinrazón,
balas directas al paredón
¿por qué historia de dos?
Las sonrisas revolotean como hebras de vida
que esperan la era
en que nadie crea
tener la verdad,
para llegar a soñar
hay que aspirar a soñar,
y eso, pocos lo hacen,
lo sé,
lo sabes,
lo saben,
y no quieren admitirlo,
no quieren,
ellos sabrán el por qué.

Te imagino con el teclado en la mano,
el humo del cigarro imaginario
y los versos y acordes circulando
ante nuestros ojos
deseosos de comprenderlo,
de comprenderlo todo.

Los límites son como las fronteras,
están hechos para romperlos
e ir más allá,
así,
sin más,
no tiene más historia la cosa,
por mucho que queramos,
así nos la imaginamos.

La humanidad se ha perdido entre fango y llamas
y es la muerte quien llama,
es la muerte quien llama.
como un tren a punto de partir que hace su última llamada.

Se asoma el frío invierno en el pecho
y tinta en el brazo
directa a las venas
para seguir
seguir para no tener nunca fin.

No sé por qué la muerte
es tan fugaz como una lágrima,
pero si la poesía te hace reflexionar
puede que la muerte te invite a vivir.

No lo sé,
pero no me he suicidado.
Tiene que significar algo.

Avanzar.
Avanzad.
Avanzamos.

La música vuela
y yo camino,
los sueños flotan,
y yo vivo.

La libertad salta
y el atardecer espera,
el horizonte se desliza
y el presente se despereza.

Y entre medias
la vida
se desviste
con el cuidado
de la primera vez:
Recuerdos entre calor, bruma y niebla,
grabados en la piel.

martes, 24 de diciembre de 2019

A la sombra de los robles os espero

El tiempo vuela a vuestro lado, como todas las vidas no vividas que se acumulan entre los dedos, como si el instante fuese lo único que importa y todo lo demás fuese adelantarse a los acontecimientos. Sois la felicidad del mundo que se detiene, las cervezas brindando en lo alto a las tantas de la noche, las partidas de billar interminable como meter una bola blanca decenas de veces para que todo sea eterno. La partida de dardos a la que ganar borrachos de tinto, las risas por las calles esquivando coches, las piedras que nos agotan los pies y las conversaciones constantes una y otra vez sobre sexo, porque hay que aprender escuchando las experiencias de los que podemos llamar los nuestros. Sois las ganas constantes de un reencuentro, la necesidad de volver a vernos y celebrar la amistad por encima de todo como si no hubiese miedo al tiempo. Sois la fugacidad de la paz, las ganas de reír, cantar y gritar, la vida pidiendo celebrarlo una vez y otra vez más.

Escribo sin saber bien qué decir ni a dónde llegar, solo celebrar teneros en mi vida, porque así todo vale un poco más la pena y os juro que me bañaría una y otra vez en un embalse contaminado con tal de volver a teneros unas horas más junto a mí. Porque con vosotros soy feliz.

martes, 17 de diciembre de 2019

Atiende

En este mundo podemos caminar
como locos sin cabeza sin saber bien a dónde llegar,
pero firmememente creemos en llegar más allá
y así y asá
que más dará
todo se abrirá como el mar
y podremos avanzar de alguna forma al final.

Creemos en la suerte para no rezar al destino
y nos arrastramos por caminos de piedra
más valdría abrir la veda de caza
para atrapar las miradas
en una botella de cristal,
y entre la luz del despertar
podremos comprender lo que no podíamos imaginar
y tapa la salida de emergencia que no necesitamos
y así y asá
vaya forma de avanzar siempre más allá.

Mírame,
mírame,
mírame en mi caminar.

Mírame,
mírame,
mírame si me quieres analizar.

Podemos hacer todo,
te digo,
podemos hacer todo como si todo fuese por nosotros mismos.

En este mundo podemos caminar
y la meta siempre será el final.

lunes, 16 de diciembre de 2019

La avenida de los sueños

Caminamos por la avenida de los sueños
perdiéndonos sin saber cómo
trazando rutas de a dónde queremos llegar
conscientes de que no importa el mapa
si el camino es a tu lado.

Dibújame alas en la espalda
para cuando quiera volar
yo te haré inmortal en un verso
y así podremos soñar
soñar
soñar
soñar con llegar siempre más y más allá.

Caminamos por la avenida de las fantasías e ilusiones
donde todas las señales son equívocas
pero todo da igual
porque estamos caminando juntos
y sabemos que eso es lo que importa
cuando llevamos una mochila de viaje a la espalda.

Deslúmbrame con tu luz
para que yo pueda tratar de plasmarla
desnúdame el alma
para que yo pueda lanzarme al vacío,
y así podremos soñar
y así podremos soñar
y así podremos
soñar
soñar
soñar
soñar con llegar siempre más allá.

Caminamos por la avenida de los sueños
en una ciudad que nos cobija
yo te hago vida
y tú me haces sueño
como un sendero en el que perdernos juntos.

Bríndame tu eternidad
que yo te daré mi fugacidad
y juntos podremos seguir siempre
siempre
siempre más allá
para no dejar nunca de soñar.

Eres la clave para volar.

jueves, 12 de diciembre de 2019

A tu nombre

Rezando por el futuro
te dibujé en mis sueños,
no sé bien por qué
pero ojalá que todo sea luz.

Matamos al tiempo justo lo suficiente
como para entender que no tenía sentido
y no lo tenía, lo sé,
no lo tenía.

Ardí en vuestras banderas
que se peleaban por ver quien valía más
quien la tenía más grande
quien gritaba más alto.

¿Y todo para qué?
Nos decimos
¿todo para qué?
Para nada, eso respondemos.

Sangramos en demasiadas derrotas
y perdimos demasiado,
¡atended!
perdimos demasiado.

Entre las heridas de las manos
solo vimos sangre caer,
y al mirarnos los pies
solo quedaban casquillos de balas.

Las paredes ladran al silencio
conscientes de que se fueron
todos los niños que creímos ser
y ahora somos adultos rotos por vivir.

Entre el mar de mi patria
no encontré lugar al que llamar así,
venimos de nuevo a ninguna parte
y solo encontré un país sin personas.

Ciudades altas con ambiciones altas,
estados dirigidos por empresas,
políticos marionetas que sirven
a sus propios intereses.

Y tras todo eso recé, para mí,
recé, por seguir,
recé, por luchar,
recé por encontrar sentido a todo.

Señalé con el dedo,
y me lo cortaron,
señalé con la mirada,
y me cegaron.

Y entonces todos torcieron el gesto,
se fijaron en otras cosas,
y tiñeron de verde toda su sucia escala de grises
como si valiera algo.

Grité, grité y grité,
hasta quedarme sin voz,
lloré, lloré y lloré,
hasta quedarme mudo.

Y todos rezamos
por un mundo mejor,
y todos rezamos
por un futuro mejor.

Mientras ellos se lavaban las manos
con nuestro dolor,
mientras ellos se reían de nuestro patetismo
tratando de hacer futuro sin transformar el presente.

En tu nombre,
te dicen,
en tu nombre hemos hecho todo esto
y asentimos, sin saber qué responder.

Yo os digo,
este mundo no vale tanto,
este mundo
no vale tanto dolor.

Levantad la frente, por favor,
levantad la mirada, por amor,
levantad la esperanza, por vida,
levantad el puño, por todo.

Y sacamos una bandera que cogía polvo,
una que representase el futuro,
roja como el atardecer en el mar,
roja como la sangre que nos impulsa.

Y sacamos una bandera del pasado
para cambiarlo todo,
de arriba a abajo,
a día de hoy y para tener un mañana.

Después seguimos y seguimos
y seguimos cada día,
construyendo lo que queríamos:
todo.

Unos sueños con los que caminar,
una ética con la que actuar,
una cultura para educar,
una idea que desarrollar.

Y caminamos
como hay que hacer siempre
y caminamos
como siempre hay que hacer.

Matamos al tiempo, al miedo y a las derrotas,
apagamos todos los fuegos que nos consumían,
liberamos nuestro cielo para ver la luz,
forjamos armas de libertad para avanzar.

Y cuando flaqueábamos
y no sabíamos bien qué hacer,
mirábamos al frente
y asentíamos para continuar.

Hicimos historia
¿a dónde viniste a vernos?
Hicimos historia,
te esperamos, no te pierdas.





Poesía de una generación sin ideología ni sueños,
cantos en el atardecer para un nuevo mañana,
luces y sombras tras el humo en un barrio sin esperanzas,
demasiadas ganas de volar como para no versarlas.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Mil millas en el retrovisor del destino

Tranquilo
y cuanto más acelera ahí afuera más largo parece el camino
hasta que la vida que nos espera nos de por perdidos.
Sharif


Esquivo con la sorpresa de un coche en marcha
pisa a fondo no sea que nos pille la parca
ya no hay forma de terminar con esta partida
y de algún modo ha saltado el radar
y podría soñar con lograr alcanzar
y yo, indefenso, me creo intenso
con un cigarrillo en la mano en medio de una noche de verano
perdido
creí saber el camino
y solo logré desorientarme contigo
¿dónde queda todo lo que nos dijimos?

Piso a fondo y haz kilómetros en la mañana
que ya no hay palabras
para tanta mirada calada,
quema carretera y no digas nada
solo mira al frente
y desencuéntrate conmigo,
ay, amigo,
¿dónde está el paraíso que nos construimos?
Amigo,
somos ángeles, de suertes, heridos,
y lejos del andén de este tren
ya no sé bien cómo me tropecé
y vi pasar todo en un instante
como en una película mala de estas de la tarde
sin sueños, pasados ni amigos,
y solo soy una gota de mar
tratando de escapar
de este lugar,
de esta ciudad,
de esta inmensidad,
voy a fuego hacia el huracán
y ya no hay marcha atrás,
solo correr hacia el final
y cuando ya me haya caído
abrir los ojos hasta el instante en que todo termine sin más.

Así sin más.

Pisa el acelerador y olvida el freno,
no hay encuentro que sea eterno,
pero ya no hay tiempo,
amigo, ya no hay tiempo,
cierra los ojos y ábrelos cuando nos pongamos de cero a cien en un segundo certero,
somos odiseos
recorriendo la travesía de nuestras islas
en medio del mar de sábanas del Edén,
y tranquilo,
por mucho que parezca todo un artificio,
yo voy a donde sea con tal de no sentirme perdido.
Pisa a fondo y no mires, amigo,
pisa a fondo y no te arrepientas de lo vivido.

Valió la pena,
ya te digo,
valió la pena
y en medio de esta pena
se asoman sonrisas heridas
de radares que sobrepasan la velocidad de los sueños,
estoy indefenso cuando me miras con ese brillo intenso,
no tengo un plan,
primero actúo y luego ya pienso como salir de este lío,
solo soy un valiente testigo
que quiso jugar a los actores y libros,
creyéndose héroe en medio de este desierto que es abrigo.

Óyeme, amigo,
óyeme esto que te digo,
que me voy hasta el fin del mundo si es contigo,
óyeme te digo,
que por muy perdido que esté no hay salida para este deseo
y como Prometeo robamos el fuego sagrado
hasta las tantas de la mañana
y a tu lado ya no tengo remedio, ni demonios, ni infierno.

Óyeme, amigo,
pisemos a fondo y demos el futuro por perdido,
que ya no hay hogar al que regresar a esta velocidad del encuentro,
puro y denso el viento intenso en la cara,
el pelo en la mirada
y la noche entre esta tempestad que hemos liberado sin haberlo previsto.

Óyeme, amigo,
así de claro te lo digo,
voy a dónde sea:
hasta el puto infierno contigo.

Poemas del pueblo

I

Hacer de la poesía una trinchera que cantar en la batalla,
recitar al viento memoria que nos cobije en las duras horas,
llamar al pueblo a la lucha que el valor nos acoja,
hacer de la vida un arma que ennoblezca nuestra alma.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Frío y ausencias

La conocí en un bar cualquiera una noche de frío invierno. Su mirada brillaba entre la pista de baile y tenía ese aire ausente que dejan entrever las mentes perdidas que no saben muy bien qué hacen en un sitio como ese. En una vida como esa.

Yo la miré, quiero decir, no la vi, sino que la miré, con todas las letras que eso implica; la miré detenidamente, como se mira aquello que se quiere memorizar uno hasta el fondo del alma.

Y supe que en ese momento algo nos ataría por siempre jamás.



La siguiente vez que me la crucé fue en medio de la Gran Vía, ella llevaba un caminar apurado y ausente, con la mirada perdida entre el vaho de ese gélido invierno que asolaba la ciudad y yo sonreí al tropezar con ella. Ella sonrió. Reconociéndome. Y los dos seguimos nuestros caminos, conscientes de que nos volveríamos a encontrar.


Eso ocurrió en Enero, para Febrero ya éramos dos desconocidos que nos perdíamos entre las sábanas con la desatada pasión del que tiene que refugiarse del frío y la ausencia de quien no sabe estar en otro lugar mejor en ese momento.

Éramos así. Siempre éramos así. Uno huyendo del frío y la otra viviendo una vida que no le pertenecía, de algún modo, y que sobrellevaba a base de ausencias.

Cuando eso nos ocurría, ser cada uno quien le tocó ser, -a eso me refiero-, nos refugiábamos en el humo, el sexo y los baños de las discotecas que reverberaban con la música electrónica en un baile de destrozos que parecía no tener final. Como esas luces intermitentes a flashazos que siguen el ritmo de la melodía como un trallazo, pero que te impiden concentrarte y ver más allá de dos pasos.

Y la hostia viene. Siempre viene.


Era Abril, el frío ya se había ido y las sábanas ya no daban para cubrir tanta mierda como la que habíamos dejado en nuestra vida en ese irrefrenable tirar pa´lante porque no había otra cosa que hacer. Yo me había perdido y estaba ausente y ahora era ella la que siempre tenía frío. Y ninguno de los dos obtenía lo que buscaba, ni buscaba lo que quería. Y así nos iba. De polvo en ceniza. Hasta terminar fallando una vez más.

En Junio todo parecía precipitarse hacia ninguna parte. Y entre las latas vacías de cerveza y las colillas del humo, decidimos que eso no podía seguir así. Que era o seguir o suicidarnos los dos. Y ninguna de las dos ideas nos tentaba más que la otra. Así que... follábamos e íbamos tirando.

Para Agosto todo se había acabado y tras una noche de sudor y polvo frente al espejo de un local cualquiera, nos dimos cuenta con nuestras pupilas dilatadas que ya no había nada más. Simplemente así. Lo supimos. No había nada más. Y así se acabó. Tal como empezó.



No supe nada más de ella hasta Noviembre. Era ya invierno. En esta ciudad siempre es invierno después del verano. Ella estaba en medio de la pista de baile, ausente, como la primera vez que la vi. Ella me reconoció. Yo le sonreí. Y todo lo demás fue un torbellino de dolor del que resultaba imposible salir.

Para Febrero las sábanas se habían terminado. Y supimos que todo se había acabado. Otra vez. Y tras follar nos despedimos. Yo con frío y ella con ausencias.

-Hasta dentro de un año.- Nos dijimos.

Y el baile de ruinas volvió a empezar.

Como si nunca hubiese dejado de girar y girar hasta que no hubiera vuelta atrás.



Polvo, dolor y cenizas.
Poco más.

domingo, 8 de diciembre de 2019

¿Quieres que te escriba poesía en la espalda?

Entre los pasos de la vida nos encontramos
con la casualidad de lo inesperado
tan de repente
que nos precipitamos a correr
y echamos a volar con los brazos abiertos.

Con el sumo cuidado de la noche nos acariciamos
y comprendimos los sueños
y cuidamos los miedos,
levantamos barreras para defendernos
y aprendimos a tener trincheras en las que cobijarnos.

Con la suerte en las manos nos lanzamos
a llegar a donde nos propusiéramos,
a saltar para ver el otro lado,
y supimos que sería difícil,
pero que juntos podríamos lograrlo.

Entre las cortinas de la vida nos encontramos
de nuevo, una y otra vez,
conscientes de que es todo cuestión de intentarlo
y supimos sonreír en nuestra paz
y nos mecimos tranquilos en nuestra libertad.


Y de una u otra forma nos las apañamos
porque vemos más allá
y sabemos a dónde queremos llegar,
por mucho que caigamos y tropecemos,
por mucho que dudemos y nos dañemos.

Curamos las heridas a base de luz,
esfuerzo
y vida,
y ya no había nada que no pudiéramos hacer
y aún nos quedaban todos los muros que superar.

Aprendimos a querer y continuar,
a soñar con llegar más allá,
a dar otro paso cuando temíamos caer,
a dar un salto cuando pensábamos que no podríamos llegar,
y ahí, ahí, ahí supimos ser mar.

No me dejes caer,
no me dejes atrás,
sé todo lo que soñé,
seré todo lo que podamos soñar,

seremos eterno atardecer a orillas de Portugal.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Yo solo quiero reconocerme en mi tumba

Deambulo por la fantasmal ciudad mientras la noche lo envuelve todo en un halo de soledad teñido de una sucia escala de grises, a cada cual más oscura, como el techo de mi habitación cuando trago horas en blanco mirando a ninguna parte, porque la almohada no me acoge en su seno, y solo puedo tratar de encontrarme perdiéndome. Los pasos me llevan a ninguna parte, pisando las frías piedras de las aceras, con las manos en el bolsillo protegiéndome de la fría noche, con el vaho saliendo a través de las solapas de mi abrigo que me cubren la mitad de mi rostro del frío y tratando de discernir algo entre el frío relente que me cala con la helada de esta fría madrugada en que todo es frío en cada rincón y yo solo puedo caminar, por no morir congelado en el frío de resucitar los recuerdos ante la ausencia de expectativas en esta vida de sinsabores.

El sol se ha escondido hace ya largas horas, y la ciudad en brumas se difumina entre la oscuridad dejando apenas entrever siluetas informes de mansiones y caserones salidos de cualquier ensueño de pesadilla. Construida a las prisas la vida parece no llegar a ninguna parte, pero por más vueltas que le des tampoco vas a encontrar ninguna solución. Supongo que por eso a veces solo queda eso: caminar. A ver si así llegamos a alguna parte.

La luz se ha oscurecido cuando mi mirada fría se ha quedado vacía y vaga en el infinito, como mis pasos infinitos que me hacen avanzar sin querer seguir caminando, pero obligándome a seguir, para no calarme de frío, porque quiero todo menos volver al hotel ahora mismo y dejarme invadir por todos mis fantasmas. Odio los fantasmas. Así de claro. Siempre he sido más de demonios. Jugar con las tinieblas para crecer. Tiene su encanto. ¿Pero los fantasmas? ¿De qué te sirven? Te arrastran a cada paso que das. Tiran de ti. Te invaden de frío. Y en la soledad de la habitación te enfatizan tus más tristes sentimientos. Los demonios solo te atormentan. Pero los fantasmas te arrastran hasta otro plano astral en el que no hay lugar para nada, ni felicidad, ni tristeza, ni dolor; solo vacío. Así, sin más. Solo llano e infinito vacío.

¿Y eso de qué sirve?
Dime.
¿Eso de qué sirve?

Para nada.
El vacío no sirve para nada.

Solo
soledad.

Solo eso.

*
**
***
****

Deambulo por la gris ciudadela que es esta infinita cortina de lluvia tras la que se esconde una ciudad en sombras. Las flechas de los edificios se pierden en el negro cielo, como saetas que tratan de arañar a Dios, como tristes baladas que te recuerdan que todo pasó, que ya no queda nada. En la soledad de las calles es cuando más capaz te ves de huir para siempre. Por eso camino. Por eso camino. Por eso siempre camino. Para huir lejos de mí. Del dolor. Del recuerdo. Del mundo. De la eternidad.

Por eso camino.

Para olvidar.

Camino por una ciudad en sombras que ya no encuentra cobijo para los fantasmas que me invaden. Solo somos tétricas ilusiones tras decenas de espejos que se han roto a nuestro paso, y los cristales de los comercios me devuelven mi imagen distorsionada, como si así hubiese forma de hallar cobijo, de hallar palabras que definan esta infinita sensación de vacío.

El tiempo.

El tiempo se ha marchado.

Y el último cigarrillo ya no tiene sentido.

Por eso lo lanzo a la infinita caída en esta ciudad de brumas.

En la soledad de este mundo traté de encontrarme y solo me perdí. ¿Comprendes? Solo me perdí. Y este es el final del sagrado pasado. Innumerables murallas han caído antes ¿por qué no va a caer esta? Katagena ya no llora. Pero por favor, no trates de pronunciar mi nombre. Ya no existe.

Solo quiero desaparecer en una maraña de sombras, en un rastro de fuego que arda entre mis cenizas; que no quede rastro de mi existencia; que no quede nada. Quiero vagar por la negra ciudad en brumas sin existir. Como un Carax que ha borrado sus pasos, su vida, su existencia. Por favor. Déjame ir. Por favor. Déjame ir. Me digo. Por favor.

Y eso hago.

Camino.


Deambulo por la fantasmal ciudad mientras la noche todo lo envuelve en un halo de soledad e infinito vacío.

Las cenizas ya se han ido con la tormenta.
Y el humo del cigarrillo se ha perdido entre la cortina de lluvia.

Solo queda caminar con las manos en los bolsillos y la mirada en el suelo hacia ninguna parte.

Solo queda caminar.

Solo queda caminar.

Solo queda
esta triste y fría soledad
que lo envuelve todo
en un halo de olvido
que solo quiero dejar atrás.

*
**
***
****

Gracias.
Y adiós.
Gracias.
Y adiós.


Me voy. Para no sentir dolor. Me voy. Porque es peor el paredón de mis fantasmas. Me voy. Porque es así mejor.

Camino...
porque no sé hacer otra cosa...
camino...

Se apagó el cigarrillo

Si la muerte me pisase los pasos
la suerte cantaría silencio,
no hay lágrimas para tanto mar
ni pena ni gloria,
alcé la mirada
y solo vi un cielo negro de dolor,
nubarrones de pesadilla
a dios,
diciendo adiós.

          Ya
          no
          queda
          nada.

E
   ter
        ni
            dad

entre la luz oscura.

martes, 3 de diciembre de 2019

Habrá valido la pena

El fin del mundo nos pillará sin saber qué hacer,
así que follaremos
¿qué otra cosa íbamos a hacer?

Ahí afuera aún quedan rastros de poesía
solo hace falta buscarlos,
pero a las 8 de la mañana
las miradas del metro van más apagadas que de costumbre,
diles tú de soñar
que se reirán en tu cara
-eso con suerte,
lo más probable es que te miren,
bostecen
y sigan dormitando hasta su parada-.

Ya te lo he dicho:
el fin del mundo nos pillará follando
porque ¿qué otra cosa íbamos a hacer?
Ahí fuera es todo humo, cenizas y cigarros,
aquí el orden es distinto,
cigarros, humo y cenizas
que acariciar con las manos desnudas
para levantar un templo al amor,
al sexo,
y al puro placer,
¿Eso es ya bastante no?

Al menos más de lo que sueles encontrar.

Ya lo creo -pienso mientras expulso el humo del cigarro lentamente-
ya lo creo.

Ella me mira,
sin comprender del todo,
creo que realmente yo tampoco lo entiendo,
pero miro a sus ojos
y vale la pena
¿el qué?
todo.

Se lo digo y me sonríe,
-A ti lo que te pasa es que has dejado de soñar hace ya demasiado tiempo-.
Vuelvo a sonreír
-Es muy probable- le contesto, - pero... ¿acaso importa?

-Sí-. Solo eso. Nada más. Se queda callada durante unos instantes.
-Lo importa todo.- Sentencia. Me sonríe. Y me besa. -Lo importa todo.-

Yo, desconcertado primero,
sorprendido luego,
sonrío.
Apago el cigarrillo
y le sigo.

Me pierdo en el tiempo
y en el infinito.
Y ella
me deja hacer.
Me deja ser.
Eternidad.

* * *

El fin del mundo nos pillará sin saber qué hacer.
Eso está claro.
Así que nosotros eso...
pues esperaremos follando.