domingo, 29 de diciembre de 2019

Cuando te has ido y solo puedo escribir

La habitación huele a ti,
te has ido
y la habitación huele a ti
y ahora solo queda un puñado de cenizas en la ventana
y una colilla apagada en el fondo de una botella,
eso es todo,
lo demás es un reguero de recuerdos enmarañados con las sábanas y el edredón
y tu olor en la almohada
para cuando se me haga insoportable tu ausencia
en esta tarde de invierno
en la que el sol calienta
pero nunca lo suficiente
como tus caricias y tus besos.

Estoy escuchando a Saez
mientras lo ordeno todo un poco:
es el resultado de una batalla campal
y de mucho polvo que limpiar
con cuidado
como cuando me quitas las legañas al despertarnos
y me desperezas con el vértigo de tu espalda
por la que me pierdo
hasta caer
sin saber muy bien cómo
en ese hechizo que destejes alrededor tuyo
para verme arder
de infinita pasión.

La habitación huele a ti,
pero tú no estás
y yo solo puedo recordar estos días
con las manos desnudas
y la mirada perdida en el horizonte
mientras apuñalo el teclado
tratando de emular en algo
el tiempo que pasa, que paso,
a tu lado,
bajo litros de agua tibia en la ducha
y nuestros cuerpos jugando a ser uno.

Estoy ordenando este desastre
que es mi habitación sin ti,
y solo encuentro motas de polvo
que me hablan de que ya no estás aquí,
porque cuando eres presente
todo vuela a ninguna parte
y solo importa el instante
en que desbordamos la imaginación
por los cuatro costados de la cama,
y la poesía se funde en un maresme de paz
y calma
y largas palabras que acariciar bajo nuestra mirada acunada,
y susurros que aderezar al oído
confidencias y cariño
para abrir camino
hacia el viaje que hacemos siendo uno,
como si no tuviésemos rumbo
pero sabiendo que queremos llegar a un final juntos,
y lo demás da igual,
porque lo importante de viajar
es el viaje que hacemos sin miedo al futuro.

La habitación huele a ti
porque no estás,
porque te has ido,
y yo solo puedo escribir sobre todo este mundo
sin ti,
contigo,
conmigo,
junto a ti,
ven a darme la mano
que quiero saltar
como si en el horizonte del Atlántico
solo existiera la palabra libertad
desde el principio
hasta el fin,
abriendo las alas para volar,
vivir,
en paz y feliz de ser sueño eterno desde aquel octubre en que te descubrí.

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