El tiempo vuela a vuestro lado, como todas las vidas no vividas que se acumulan entre los dedos, como si el instante fuese lo único que importa y todo lo demás fuese adelantarse a los acontecimientos. Sois la felicidad del mundo que se detiene, las cervezas brindando en lo alto a las tantas de la noche, las partidas de billar interminable como meter una bola blanca decenas de veces para que todo sea eterno. La partida de dardos a la que ganar borrachos de tinto, las risas por las calles esquivando coches, las piedras que nos agotan los pies y las conversaciones constantes una y otra vez sobre sexo, porque hay que aprender escuchando las experiencias de los que podemos llamar los nuestros. Sois las ganas constantes de un reencuentro, la necesidad de volver a vernos y celebrar la amistad por encima de todo como si no hubiese miedo al tiempo. Sois la fugacidad de la paz, las ganas de reír, cantar y gritar, la vida pidiendo celebrarlo una vez y otra vez más.
Escribo sin saber bien qué decir ni a dónde llegar, solo celebrar teneros en mi vida, porque así todo vale un poco más la pena y os juro que me bañaría una y otra vez en un embalse contaminado con tal de volver a teneros unas horas más junto a mí. Porque con vosotros soy feliz.
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