martes, 28 de julio de 2015

El camino al infierno

"En la noche oscura del alma, el individuo deambula solo por la ciudad gótica, callejeando hasta que llega a algún lugar entre la línea de sombra y luz."

¿Es pecar de soberbia el citarse a uno mismo? Puede, ¿pero acaso importa la soberbia o el pecado cuándo uno ya está condenado? ¿Sigue importando, cuándo el camino al infierno ha sido abierto por uno mismo a través de las distintas decisiones que ha ido tomando a lo largo de su vida?

Una vez escuché que la vida se mide en las distintas bifurcaciones que hemos tomado a lo largo de este camino; en las distintas opciones escogidas.

Las opciones.

Las opciones, en eso consiste todo; en las distintas decisiones que tomamos cada vez que se nos presenta la posibilidad de elegir.

Pero las decisiones son un arma de doble filo y tienen su reverso oscuro e inevitable: las consecuencias. Las consecuencias; todas las decisiones tienen sus consecuencias; consecuencias que determinarán nuestra vida, nuestro futuro, nuestro propio mundo; como una conexión neuronal que interrelaciona todos y cada uno de los elementos de nuestro entorno, y en el centro de esta tela de araña estamos nosotros: nuestras decisiones.

En eso consiste todo, en las distintas decisiones que tomamos cada vez que se nos presenta la posibilidad de elegir. Pero hay que preguntarse en las consecuencias que tendrán y como será nuestro mundo después de haber tomado dicha decisión, porque puede que nuestra propia historia cambie. Para bien o para mal. Y ese es el problema, en el camino que he ido forjando en torno a mí. En un camino construido sobre brasas que conducen directamente a un infierno en el que no existe vía de escape ni hacia el purgatorio ni hacia el cielo. Un camino que sólo lleva a las profundidades de nuestros pensamientos y miedos, como los nueve círculos del infierno sobre los que se asienta, en el centro, un diablo de tres cabezas dispuesto a devorarnos hasta el último suspiro de nuestro aliento.

¿Es pecar de soberbia escribir sobre uno mismo después de citarse para definir su fuero interno?

Puede.

¿Pero acaso importa la soberbia cuando uno ya está condenado? ¿Acaso importa el pecado cuando uno va camino de estar muerto?

No, ¿verdad?

Pues eso. Dejad a este escritor agonizante que prosiga con sus últimas voluntades antes de terminar su camino hasta el infierno.

lunes, 27 de julio de 2015

Yo soy el malo

- Ser cruel y duro es básico para la supervivencia del ser humano. El mundo es difícil y con el paso del tiempo te das cuenta de cual es la única manera de sobrevivir. Durante varios años fui el alimento del mundo, un desperdicio al que cualquiera podía mangonear y tratar como un desperdicio sin importar sus sentimientos ni sus ideas, pero ahora esto se ha acabado porque ahora yo soy el que se come a los demás. Ahora soy yo el que tiene el control y puede hacer daño o bienestar al resto de personas que están a su alrededor. Sentir como este poder te invade es gratificante, te sientes fuerte y dominante, sientes que todos deben ceder ante ti, pero al mismo tiempo eres consciente de que el sabor de la sangre humana ha despertado tus instintos más primitivos y todo lo que hagas te parecerá poco. Quieres llegar más allá en todo, probar más de lo que nunca te habrías imaginado, hacer lo que nunca habías creído, dañar con una crueldad que nunca habías creído posible. Y sabes que estás en la línea que te separa de ser un monstruo de un ser humano, pero es exactamente eso, estar en el límite de tu humanidad lo que hace que pareza maravilloso. Porque ahora sí, ahora más que nunca en mi vida, siento que puedo comer el mundo y siento que puedo hacer lo que me da la gana sin ninguna carga moral ni de conciencia. Porque el dolor me ha hecho evolucionar como persona y sé que el código moral y social actual está anticuado y es cerrado de mente, como todo en este mundo. Si pudiese arrasar con todo y establecer un nuevo orden mundial lo haría, no me cabe la menor duda. Porque no existe sensación como la del sabor de la sangre.-

Al terminar de escuchar estas palabras, del que había sido su amigo de la infancia, Felipe se horrorizó. En su mente no cabía la idea de que su mejor amigo hubiese cambiado tanto. El mundo es un caos, es cierto, pero eso no podía haber influido tanto. ¿En qué momento y de qué modo Jacobo había cruzado la línea de lo racional y lo irracional?

sábado, 25 de julio de 2015

El alma condenada muerta

Y me doy otra vuelta
en las aguas revueltas de letras.
Y encajo otra estrofa,
otro golpe,
otro ataque,
otra contra.
Y me marco un Maxi,
de trankis,
en la Ría,
siguiendo la praxis
de la filosofía y de la rima que resuena como una melodía de tinta en la orilla.
Y me miro la espalda,
y veo que me han cortado las alas,
que me redimo de los daños que he sufrido
y de los daños ocasionados a todos los que un día llamé amigos.
Y me mandaron a abajo,
a acabar el trabajo que nunca llegué a terminar,
que mi tarea era proteger y luchar,
pero en el camino me perdí,
a mí,
a ti,
y ahora sólo busco sin rumbo
el infierno que en tu mente habito
como grito del cielo que en el purgatorio resuena como un lejano sueño,
cruel lamento del viento.
Y me doy otra vuelta,
e intento domar la pluma y la letra,
armonizarla, cultivarla y mantenerla alerta,
porque nunca se sabe quien es el poeta, un atleta de fondo que la mantiene alerta,
porque yo sólo se que yo no soy el que juega con la rima presa,
porque yo sólo soy un pobre alma perdida sin billete de vuelta,
un alma condenada a vivir en pena,
como un Carax que vive en la ciudad muerta,
un Itachi que sabe cual es su condena,
una simple sombra que nadie recuerda.
Porque yo no soy un poeta.
Porque yo sólo soy el fantasma que habita entre estas líneas y letras.
Porque yo sólo soy una mente en un cuerpo inerte, una idea confusa y sincera.
Porque yo sólo soy un rumor en la carretera.

miércoles, 15 de julio de 2015

Dicen que quien no arriesga no gana

Dicen que quien no arriesga no gana. No se. La verdad es que nunca me he fiado de ese lema, supongo que tantas derrotas seguidas hacen a uno volverse desconfiado y replantearse las cosas.

Dicen que quien no arriesga no gana. Nunca he confiado demasiado en esa frase, y a pesar de ello una y otra vez me he lanzado con los ojos vendados al vacío, en un acto suicida que al final resulta más doloroso que un planchazo desde un trampolín.

Dicen que quien no arriesga no gana. No estoy seguro de que esto sea cierto. Es verdad que la suerte solo existe para quien crea su propio futuro a base de aumentar el índice de probabilidades, pero es que a veces es tan difícil confiar en el azar y la suerte...

Dicen que quien no arriesga no gana. Puede ser. No se. Ya no se que pensar. Tantas veces he arriesgado y tantas veces ha salido mi corazón herido que ahora las cicatrices no han hecho otra cosa que recubrirlo con una costra infectada, que supura intentando confiar, cuando el cerebro le grita: "¡No lo intentes más! ¡Detente! ¡¿No ves que sólo vas a seguir sufriendo?!

Dicen que quien no arriesga no gana. No acabo de estar seguro de que sean ciertas esas palabras, pero el corazón intenta por todos los medios imponerse a la razón y volver a jugar una nueva partida. Pobre iluso.

Dicen que quien no arriesga no gana. Puede ser. Pero bueno, tampoco pierde quien no arriesga, así que puede que vaya siendo hora de volver al combate y jugarse el randori al minuto de oro. Puede que esta vez gane por Ippon.

Dicen que quien no arriesga no gana. Pero ya me conoces, "Beam me up, Scotty", como diría Rockhound en Armageddom. Me gusta tropezar más de dos veces con la misma piedra.

Dicen que quien no arriesga no gana. Y aquí estoy yo, dispuesto a caer luchando.

Dicen que quien no arriesga no gana. Puede. Pero esta vez salgo a ganar.

Dicen... que más dará lo que digan si sé que puedo ganar.

sábado, 4 de julio de 2015

Porque a veces una simple chispa es capaz de iluminar el día más oscuro

A veces los días son oscuros. Días negros y cubiertos que no hacen otra cosa que ralentizar las manecillas del reloj, creando una espiral de negrura que encharca todo el corazón sumergiendo el cuerpo en una autotortura mental.

Hay días que son oscuros, y en esos días oscuros sólo te queda perderte en el laberinto que es tu mente autoflagelada. Tomando una y otra vez un rumbo errado, y subiendo hacia abajo y bajando hacia arriba buscando las piezas de tu propio puzle mental. El problema es que a veces esas piezas se pierden, y en un pozo de negrura sin luz resulta imposible hallarlas sin ayuda. Por eso a veces necesitas un hechizo externo que te permita avivar la llama de tu esperanza; por eso, a veces, necesitas un fósforo que reviva la hoguera de tu corazón en pos de acabar con tu vida en el limbo de la muerte y dejar de vivir como un muerto en vida.

Porque aunque aprendas a caer, a veces cuesta levantarte para un nuevo combate y porque a veces el golpe es más fuerte que tus ganas de luchar; por todo eso, a veces, necesitas una mano que te levante; porque a veces basta un pequeño empujón para volver a entrar en esta guerra que es la vida.

Porque a veces tu energía no es suficiente y necesitas de la voluntad y del fuego de otros.

Porque a veces una simple chispa es capaz de iluminar el día más oscuro.