A veces los días son oscuros. Días negros y cubiertos que no hacen otra cosa que ralentizar las manecillas del reloj, creando una espiral de negrura que encharca todo el corazón sumergiendo el cuerpo en una autotortura mental.
Hay días que son oscuros, y en esos días oscuros sólo te queda perderte en el laberinto que es tu mente autoflagelada. Tomando una y otra vez un rumbo errado, y subiendo hacia abajo y bajando hacia arriba buscando las piezas de tu propio puzle mental. El problema es que a veces esas piezas se pierden, y en un pozo de negrura sin luz resulta imposible hallarlas sin ayuda. Por eso a veces necesitas un hechizo externo que te permita avivar la llama de tu esperanza; por eso, a veces, necesitas un fósforo que reviva la hoguera de tu corazón en pos de acabar con tu vida en el limbo de la muerte y dejar de vivir como un muerto en vida.
Porque aunque aprendas a caer, a veces cuesta levantarte para un nuevo combate y porque a veces el golpe es más fuerte que tus ganas de luchar; por todo eso, a veces, necesitas una mano que te levante; porque a veces basta un pequeño empujón para volver a entrar en esta guerra que es la vida.
Porque a veces tu energía no es suficiente y necesitas de la voluntad y del fuego de otros.
Porque a veces una simple chispa es capaz de iluminar el día más oscuro.
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