miércoles, 20 de septiembre de 2023

Tatuajes grabados a fuego ardiendo

Allí donde hay luz, siempre tiene que haber sombras.

Senderos en la noche que devoran
todo a nuestro paso, mientras el tiempo se nos descompone entre los dedos. La vida discurre frente a los relojes derretidos y los túneles de tinieblas
nos recuerdan
que hemos llegado aquí en base a nuestras propias decisiones,
crueles disquisiciones que nos revuelcan por el lodo
como si hubiese respuesta para nuestras preguntas sordas lanzadas al aire.

El viento nos trae el silencio
y nosotros ahora miramos desde los puentes
que tendimos y entre ruinas que ahora solo son astillas y hierros.

Somos los lamentos que lanzamos en los miradores
conscientes de que no habría eco que trajera lo que se nos difumina por dentro.

El mar es solo un sentimiento,
una constante que observamos incapaces de romper más espejos
pues la suerte se ha marchado para no volver.

Y mis pasos me llevan por Monte Alto
mientras escribo sentado en un octavo piso del Calvario,
y observo el Duero desde los miradores y veo puentes y veo rostros que ya no veo,
y en el Castro el frío envolviendo la piel y la noche cayendo sobre la Ría y el puerto.

Y yo veo todo eso,
y escribo sabiendo
que ya no me quedan oportunidades ni tiempo,
todo ardió por cumplir mis deseos,
y si miro por la ventana solo veo el mundo resquebrajándose entero.

Mientras yo sonrío.
Muriendo.

Consciente de que si yo no brillo
no habrá quien ilumine mi entierro.

Qué bonito es jugar a las sombras haciendo equilibrios para evitar que toda una vida se derrumbe. Mantenerme en la cuerda floja, mirando a los ojos al vacío, sosteniendo en pie una vida,
la mía.

Y el resto... las llamas del infierno ardiendo.

Grabadas a fuego en el pecho.

Tatuando todo lo malo y todo lo bueno.

Para nunca olvidarme quién soy y de dónde vengo.



Juguemos a las llamas mientras aún podamos quemarnos los sentimientos.

martes, 12 de septiembre de 2023

Mirando hacia atrás

Estoy escribiendo con la ventana a la derecha, viendo el valle oscurecerse poco a poco, mientras suena en los altavoces del portátil Basshunter.
Tratando de emular cuando en 2015 escribía.


*   *   *


Supongo que me siento un poco como en aquella época. Expectante ante una nueva época. Recién finalizado un campo de trabajo. Pero en aquel año era mi primer campo y este año ha sido mi último campo, y los contrastes son patentes ante la mirada del tiempo y los 8 años que se suceden entre una fecha y otra.

Y entre medias he crecido, he caído, he aprendido, me he levantado, lo he tenido todo, lo he perdido...

Y es que entre medias he hecho amistades increíbles que me han hecho feliz y he perdido amigas también. He publicado 3 libros, he hecho 5 campos de voluntariado y me he ido a Francia durante un año. He descubierto qué cosas me hacían sentir pleno y que cosas me iban a hundir. He luchado por seguir y me he olvidado también mucho de mí.

Y es que en todo ese tiempo he bailado entre el trigo, he soñado con el horizonte, he recorrido miles de kilómetros y he dado más abrazos de los que jamás pensé que disfrutaría.

Y he sido feliz.


*   *   *


Y hoy escribo aquí
pensando en todo el tiempo que ha pasado,
que he vivido
y solo puedo reflexionar sobre cómo he llegado hasta aquí
y las decisiones que he tomado no han estado tan mal
si puedo contar con todas vosotras para sonreír.


*   *   *


Me ha gustado este viaje.

Espero solamente (durante otros 8 años) seguir.

Los muertos no tienen alma

Aquí nadie cambia. Como mucho se estropea.
Zerocalcare



Nos adentramos en senderos oscuros
buscando respuestas
a los monstruos que escondemos en lo más hondo del alma atormentada,
oníricas espirales que nos asfixian
mientras no encontramos salida
a esta vorágine que nos resquebraja la vida.

¿Quién somos nosotros para juzgar nuestros demonios?
Pobres devotos
deseosos
de aferrarse a algo,
mientras los clavos ardiendo
nos hacen caer
por el precipicio de nuestras conciencias yermas.

No hay esperanza
entre las llamas.

Si acaso un somero intento de agonizar
expectantes
de alcanzar algo más allá
de nuestra fútil y patética existencia.

Qué fugaces somos en el instante
y qué frágiles en la eternidad.

No quedan vivos,
solo demonios
y toda nuestra subjetiva realidad.

lunes, 11 de septiembre de 2023

Poesía líquida

A veces experimento la poesía como una especie de suerte,
una catarsis a la que sacar toda su convulsión interna,
una experiencia
que saborear a instantes,
un murmullo en el viento que solo algunos somos capaces de escuchar.

Y quizás en esa fugacidad resida su máxima esencia,
como esos besos inesperados en la madrugada,
como esos sueños que perseguir en el horizonte,
como esa libertad que habita en algunas miradas.

Yo ahí sonrío
consciente del artificio
y miro hacia adelante
y echo a caminar.

Y todo lo demás es un viaje.

Un viaje que vivo por necesidad.