Aquí nadie cambia. Como mucho se estropea.
Zerocalcare
Nos adentramos en senderos oscuros
buscando respuestas
a los monstruos que escondemos en lo más hondo del alma atormentada,
oníricas espirales que nos asfixian
mientras no encontramos salida
a esta vorágine que nos resquebraja la vida.
¿Quién somos nosotros para juzgar nuestros demonios?
Pobres devotos
deseosos
de aferrarse a algo,
mientras los clavos ardiendo
nos hacen caer
por el precipicio de nuestras conciencias yermas.
No hay esperanza
entre las llamas.
Si acaso un somero intento de agonizar
expectantes
de alcanzar algo más allá
de nuestra fútil y patética existencia.
Qué fugaces somos en el instante
y qué frágiles en la eternidad.
No quedan vivos,
solo demonios
y toda nuestra subjetiva realidad.
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