Y me doy otra vuelta
en las aguas revueltas de letras.
Y encajo otra estrofa,
otro golpe,
otro ataque,
otra contra.
Y me marco un Maxi,
de trankis,
en la Ría,
siguiendo la praxis
de la filosofía y de la rima que resuena como una melodía de tinta en la orilla.
Y me miro la espalda,
y veo que me han cortado las alas,
que me redimo de los daños que he sufrido
y de los daños ocasionados a todos los que un día llamé amigos.
Y me mandaron a abajo,
a acabar el trabajo que nunca llegué a terminar,
que mi tarea era proteger y luchar,
pero en el camino me perdí,
a mí,
a ti,
y ahora sólo busco sin rumbo
el infierno que en tu mente habito
como grito del cielo que en el purgatorio resuena como un lejano sueño,
cruel lamento del viento.
Y me doy otra vuelta,
e intento domar la pluma y la letra,
armonizarla, cultivarla y mantenerla alerta,
porque nunca se sabe quien es el poeta, un atleta de fondo que la mantiene alerta,
porque yo sólo se que yo no soy el que juega con la rima presa,
porque yo sólo soy un pobre alma perdida sin billete de vuelta,
un alma condenada a vivir en pena,
como un Carax que vive en la ciudad muerta,
un Itachi que sabe cual es su condena,
una simple sombra que nadie recuerda.
Porque yo no soy un poeta.
Porque yo sólo soy el fantasma que habita entre estas líneas y letras.
Porque yo sólo soy una mente en un cuerpo inerte, una idea confusa y sincera.
Porque yo sólo soy un rumor en la carretera.
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