sábado, 5 de febrero de 2022

Al calor de un dique de abrigo que marca los pasos de un exilio forzado

Al calor de un dique de abrigo que marca los pasos de un exilio forzado.


Parece una frase tan sencilla...
y a la vez oculta tanta simbología...


La frase se refiere a una foto de Coruña que subí el 6 de febrero de 2018 a Instagram.

Por aquella época, fue cuando tuve que irme de casa de la Yaya para ir a Santiago. Yo no quería irme de esa casa, pero los problemas con madrina me precipitaban a tener que irme de allí. Buscar piso en Coruña se me hacía cuesta arriba, regresar a Vigo era una opción muy poco factible por el trabajo y la escuela de idiomas. Ir a Santiago era la mejor opción para lograr estar más o menos bien.

La Yaya acababa de morir hace un mes, casi exactamente, y yo me sentía completamente perdido. Me sentía como un extranjero dentro de mi propio cuerpo. Por aquella época recopilé Días Extranjeros, que me definían perfectamente en ese estado anímico. Me sentía un extranjero en mi propia alma desnaturalizada. Un exiliado forzado. A fin de cuentas.

Un exiliado forzado
de mi propia alma,
y un exiliado forzado
de casa de la Yaya.


Y Coruña era el único abrigo en ese momento, el mar, el mar que se escuchaba desde casa de la Yaya. La casa de la Yaya me daba calor, me abrigaba, pese a todo el frío que en esa casa había siempre, fuese la época que fuese. Y más en ese momento en que estaba allí solo. Y pese a todo, allí me sentía abrigado, me sentía cómodo, me sentía reconfortado, me sentía en mi hogar. Era mi dique de abrigo en medio de toda la tempestad.

Y tuve que irme. Exiliarme. Forzadamente. De ese dique de abrigo.




Pero hay otra lectura.




Una que establece paralelismos.




Y es que cuando la Yaya vino de Cataluña. Vinieron en cierto modo forzados. Fue un exilio. Allí no había trabajo. Menos aún para alguien recién salido de la cárcel. El Padrí fue exiliado por la situación política causada por el Franquismo.

Y allí, entre el frío del exilio. En las obras del dique de abrigo. Trabajaba el Padrí. Y el padre de mi padre. Y la Yaya iba todos los días a llevarle la comida al Padrí. Al dique de abrigo. Allí dónde él trabajaba. Y allí la Yaya conoció al padre de mi padre, a su futuro marido.

Y allí, en el dique de abrigo, encontró el calor que el exilio le había arrebatado. Encontró de nuevo abrigo entre el frío de una ciudad que por aquel entonces les resultaba extranjera.

Allí, en el dique de abrigo, los pasos la llevaron hasta el calor que más tarde, años y años después, la llevarían a un nuevo hogar, tras un exilio forzado, la casa de la Yaya, su casa de Monte Alto.

Y allí, en esa casa, yo tendría mi dique de abrigo. Mi refugio. Mi hogar.


Pese a que años después, en Febrero de 2018, los pasos me llevaran a un exilio forzado lejos de ese dique de abrigo.

Y en esos últimos retazos,
en esa casa,
paseando por Coruña,
paseando por Monte Alto,
con las vistas del dique de abrigo del puerto,
esas vistas que tantos pasos crearon,
yo escribí esta frase
para no olvidar nunca
de dónde venimos,
a dónde vamos.

Al calor de un dique de abrigo que marca los pasos de un exilio forzado.


Resistir es poesía
y yo eso,
de la Yaya lo he heredado.





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