mil líneas
de un libro jamás terminado,
de miles de vueltas
y vueltas
con un final forjado y errado.
Compongo mil sinfonías
sucumbidas
a los cuentos narrados en el pasado,
con miles de gestas
y canciones
de siglos olvidados.
Arpeggio con sutil cuidado
cientos de notas tónicas que encierran hechizos expropiados
de una danza de la muerte
que viene
a dar muerte al último literato que ha bailado.
Susurro
como si fuese escudo
de mil batallas que no contrarrestan el torbellino de cadáveres que dejan a su paso
las mil mariposas del ejército de los colores rosados.
Escribo mil gritos
de llantos fúnebres
de ánimas
con nombres impronunciables.
Puede que la luna
asista en su ayuda o al menos ayude a silenciarlos.
Compongo expolios
de runas
ocultas
en sobres con sangre lacrados.
Arpeggio sueños rotos
por reflejos de cristales toscos
que en mil pedazos residen en el suelo
y su líder
en mi mano clavado.
Susurro con orgullo
que el segador
pronunció un discurso contra las arenas del tiempo
y argumento
que a mí aun no haya vuelto
el testamento de la dama de hierro.
Escribo y compongo,
mientras con mis laminados dedos arpeggio todos los recitales de los lirios huecos,
susurro
y el infierno helado sigue ardiendo,
como un reloj que lucha contra el universo,
como las tumbas sin nombre que el sepultador ha abierto,
como las tinieblas resistiendo a la luz
y al fuego negro.
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