sábado, 13 de agosto de 2016

La soledad del viajero que no viaja

La poesía del viaje se pierde entre las manecillas de un reloj que aprieta a la soledad contra viento y marea. La espera, la espera constante ante el próximo paso de la vida que te sorprende, como busca sorprenderte el sol con cada atardecer, la luna con cada anochecer.

He vaciado la mochila y ha quedado vacía de cosas y llena de recuerdos; recuerdos que se dispersan por la habitación como el humo del último cigarrillo que fumó a mi lado.

Es una frase muy manida... pero es curioso las vueltas que da la vida.

A mí,
que nunca me gustó el humo,
ahora me descubro admirándola de reojo mientras su mirada se pierde entre las calles de la ciudad,
y yo,
hechizado
persigo su mirada
buscando atrapar los fugaces pensamientos que pasan por su mente.

He vaciado la mochila y la soledad del viajero que no viaja ha quedado patente por todo el cuarto, mientras silencioso y taciturno saborea la melancolía de rememorar los días pasados de su mano. Puede que ella ahora mismo esté lejos, pero él la siente tan cerca como aquella primera vez en que rozó sus labios, con más seguridad de la que se esperaría de él.

La mochila está vacía
y ahora
la escritura y la poesía
son sus únicas vías de huida,
los raíles sin tren con los que sentirse volando sobre las tierras que ahora ella le relata, entre fotos y mensajes que dibujan un paisaje
en el que a ella él le falta,
tanto como a él su risa y su mirada.

La soledad del viajero se riega de vivencias por imágenes decoradas e inmortalizadas, forjando recuerdos que intentar plasmar en palabras torcidas y apelmazadas
con el cariño con el que un jardinero cultiva sus plantas.

La poesía del viaje se escapa
entre los rincones del alma,
y hoy
al viajero
su compañera de aventuras le falta.

1 comentario:

  1. Me encantó esta entrada!! Te pondré en favoritos en mi marcador. Me gusta lo que escribes.

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