mientras los minutos pasan
reposados
en el tic tac del reloj.
El cielo está limpio,
despejado,
grácil
como la ligereza de la brisa que acaricia
el rostro,
el pelo,
la cabeza,
y ahí fuera
el mundo discurre con calma,
sin presteza,
con la conciencia de que no importa nada en ese instante
solo el deambular del tiempo en la plácida mañana.
- Antaño tampoco nos importaba en qué día del verano estábamos