Supongo que el destino no
se puede controlar.
No me refiero a que el
destino está fijado ya desde el momento en que naces, sino que habló del
destino como futuro, y el futuro en si mismo es incontrolable. Es cierto que tu
puedes intentar guiarlo y fijar un rumbo, pero este camino va a ir
inevitablemente marcado por el azar, el azar de la vida.
Los pasos que damos día a
día, minuto a minuto, forjan las acciones inmediatas, y estas a su vez las
siguientes, generando un efecto
dominó que alza sus alas volando hacia
el futuro como una mariposa.
Los granos de arena que
caen lentamente en el reloj lo hacen sin dirección fija aparente, marcados por
el metrónomo incesante del orden en el caos.
Supongo que el destino no
se puede controlar, y eso es frustrante. La cantidad de errores, caídas y
fracasos que cometes a lo largo de tu vida son incontables, nadie puede llevar
la numeración de ellos, pero al mismo tiempo son la infinitesimal parte de los
minutos que suponen vivir.
Supongo que el destino no
se puede controlar, pero quizás ahí resida parte del chiste de vivir, en que
nunca sabrás cual es el siguiente paso y si este es hacia arriba o hacia abajo,
como unas escaleras que te llevan hacia el triunfo o el fracaso, cielo o infierno,
arriba o abajo, dualidades y polaridades que rigen el mundo y su constante
cambio.
Supongo que el destino no
se puede controlar, supongo que solo queda vivir, vivir con la esperanza de que
lo que te depare el porvenir sea algo bueno.
Supongo que solo queda
vivir con esperanza en el destino.
Supongo que solo queda la
esperanza.
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