Peniche.
Tantos años soñando con venir a este lugar. Tantos años soñando con conocer este museo y ver sus historias, y por fin estoy aquí. A sus puertas. A punto de entrar.
Una placa nos saluda antes de cruzar este umbral de la historia. En honor a los antifascistas. La emoción fluye por mis venas, esto en España sería impensable. El Régimen supo perpetuar sus ideas y extender el falso concepto de "no abrir viejas heridas". Pero algún día eso cambiará y el movimiento antifranquista será reconocido oficialmente como lo que fueron: héroes.
Lo primero que te encuentras, tras entrar, es la sala de la memoria. Paneles con fotos de la época nos traen los gritos del pasado en forma de murmullos. Susurros de torturas y situaciones inhumanas, de aislamiento y hambre; pero también de fuerza y valentía, de esperanza y sueños, de coraje y resistencia.
Vas caminando, panel a panel, foto a foto; y cada una te lleva a una nueva historia, un nuevo relato gráfico de los recuerdos de este lugar.
El PCP y el URAP (Uniao Resistentes Antifascistas Portugueses) conocen su historia, y han sabido transmitírsela al resto del pueblo, porque la historia de la lucha antifascista es la historia del pueblo. La memoria de miles de personas resistiendo. Resistiendo para no dejarse derrotar por el Estado Novo.
Tras esto, de golpe, para sobresalto del alma, te topas con una lista de nombres y apellidos, 2487 concretamente. Y esos 2487 nombres te impactan en el corazón como si los conocieses a todos ellos. Al fin y al cabo compartís lucha; con décadas de diferencia, pero compartís la misma lucha. Ellos dieron su vida por valores que intentas defender, estás en deuda con ellos.
Tras permanecer quieto, de pie, en silencio, ante esa lista de valientes luchadores, te diriges a la siguiente sala: el parlatorio. Allí las familias podían verse en unas condiciones pésimas y con serias dificultades burocráticas. Pero lo impresionante de esta sala no es eso, sino las cartas. Cartas de presos a sus parejas, hijos, familiares. Poemas, dibujos, renglones escritos con esperanzas y sueños desfilan ante tus ojos, revelándote los sentimientos más profundos de sus almas. Un puñado de papeles escritos con mala letra, pero que para esas familias eran lo único que les daba fuerzas para seguir, para soportar ese infierno un día más.
Si continúas llegarás hasta la recreación del pabellón de celdas. Si en las anteriores salas había ruido de fondo, aquí el silencio es absoluto. Solo quieres estar a solas con las historias que te llegan del pasado. Relatos de luchas por los derechos en la cárcel y fugas exitosas, para continuar con la lucha clandestina.
El patio de la cárcel te recuerda dónde estás y las condiciones de los presos, siempre bajo una estrecha vigilancia. Relacionarse y organizarse era una ardua tarea; y aún así, los presos lograban superar la continua vigilancia y conseguían comunicarse entre ellos.
La lucha es cualquier acto contra la opresión, cualquier paso de cara al futuro, por muy pequeño que sea. Y ellos lo sabían.
La última parada es "O Segredo" como era conocida por los presos la sala de aislamiento. Cada preso que llegaba nueva era aislado de resto con la intención de destruirlo moralmente y desubicarlo, con el objetivo de alejarlo de la lucha. Cualquier preso castigado volvía al "Segredo". Pero no es solo un símbolo de tortura, es también ejemplo de tenacidad y constancia, pues hubo quien logró fugarse del fuerte desde esta celda. En una fuga contra mar y marea, que parecía imposible.
La cárcel de Peniche.
Tras la Revolución de los Claveles el pueblo decidió convertirla en museo, para recordar a los héroes, pero no solo a los presos, sino también a todo el pueblo de Portugal. Pues la historia de la resistencia es la historia de un pueblo. Porque es el pueblo quien tiene la obligación de perpetuar su historia. Es el pueblo quien tiene que recordar su pasado de lucha en pos de un mundo mejor.
Y es el pueblo el que debe mantener viva la llama de la memoria, para transmitir por siempre su espíritu de lucha y resistencia.
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