yo miro de frente al horizonte y me quedo sin saber bien qué hacer.
Siento que la poesía no circula por mis venas,
no del modo que me gustaría,
y que todas las luces que me arropaban me han abandonado.
Escribo frases inconexas, incapaz de dar forma a mis pensamientos,
cuando antes
-todavía lo recuerdo-
era capaz de componer auténticos artificios con mis dedos.
No sé que ha pasado.
Pero no me encuentro.
Y tumbado en cama
trato de encontrar la calma,
esa pulsión poética,
esa pasión literaria,
que sentía frente a una ventana en Monte Alto,
frente a los campos de Caldas,
asomando los pies en un balcón de Lisboa en Almirante Reis.
Trato de buscarme
y no me encuentro
ni en los recuerdos de los campos franceses,
ni en las olas de Riazor consumiéndome en un piso de la calle Finisterre.
No sé qué ha sido de ella,
pero la poesía se ha marchado
y yo he quedado vacío
como una carcasa hueca,
como un incorpóreo que nada comprende.
Quizás en otro momento todo tendrá sentido
pero yo ahora lo veo todo negro
o cuanto menos
en una sucia escala de grises
que a nadie importa
ni siquiera a la apatía que experimento yo mismo.
Quizás crecer era eso
dejar de encontrar a la vida sentido.
- Ahora que la vida nos dio una segunda oportunidad, yo me veo perdiendo el sentido
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