martes, 10 de mayo de 2016

Le escribí al ángel de la muerte una escueta carta

Ven,
mi parca,
susúrrame al oído que aunque falle
el tiempo para mí nunca se detendrá
y que aunque tema
nunca caeré en el abismo del olvido.

Ven,
mi parca,
y bésame a la sombra de la luna
mientras de lejos
nos llega el calor de la mirada lujuriosa
de la muerte masturbándose en cama.

Ven,
mi parca,
y no temas al camino,
que la vida nunca nos explicó
cual era el fin
ni como funciona eso del destino.

Ven,
mi parca,
y báilame un réquiem
por estas negras alas,
una danza macabra
que oculte las heridas de mi espalda.

Ven,
mi parca,
y conjúgame una palabra
que sea paz y calma
como si no hubiese miedo
a ser polvo de esta carcasa.

Ven,
mi parca,
y acaba con todo
que yo mientras escribiré
una carta sin remitente ni estampa,
pues no hay perdón ni retorno para mi alma.

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