"Curioseando en la Ría desde una vida de saudade. La vida está hecha de palabras escritas en la arena que marcan compases que solo recuerdan lo que nunca sucedió".
A veces el tiempo marca su propio ritmo y por mucho que te empeñes no podrás controlarlo sin resultar dañado. En esos momentos lo mejor que puedes hacer es coger la bici y pedalear fuerte para intentar ganarle la batalla al olvido. Es en esos paseos cuando acabo a orillas del mar o en un punto alto desde el que se abarca toda la Ria con la visión. El mar, valiente cuando quiere y calmado cuando da tregua, es el único que sobrevive a los relojes de arena.
Es en esos momentos de calma, con la sinfonía del viento arrullada por el silencio de la Nada, cuando puedes disfrutar de la melancolía y saborear sin miedo la saudade. Porque como dijo Manuel Bello en la patria lusitana allá por el 1660, la saudade es ese "bem que se padece e mal de que se gosta" (bien que se padece y mal que se disfruta). Pues cuando la sientes sufres pensando en todo lo que tenías y jamás volverás a tener, pero al mismo tiempo no puedes dejar de sentir ese estado de ánimo, pues es una droga que cuando su miel toca los labios de tu alma no podrás nunca más volver a dejar de saborearla con el corazón.
Porque aunque el pasado duele, cuando tienes miedo a lo desconocido como me ocurre a mí, siempre es mejor refugiarte en lo que tuviste y soñar con recuperarlo algún día.
Y es que el espíritu humano es una luz en busca continua de respuestas, su combustible, mientras te conjugas con otras llamas por algún tiempo para intentar ver más lejos en la oscuridad; por eso buscamos relaciones y amistades, por eso estamos vivos. Hasta que al final, los caminos se separan y solo queda el recuerdo de lo que no fue y pudo llegar a ser.
Porque la vida está hecha de palabras escritas en la arena que marcan compases que solo recuerdan lo que nunca sucedió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario