miércoles, 27 de julio de 2016

Cuando aun había quien bailase... el mundo parecía diferente al diferente mundo que es ahora

Ya nadie baila por las calles empedradas
al ritmo de los rayos de sol
que nos narran cientos de batallas,
ya nadie baila más allá de la noche,
de ritmos de altavoces
y pastillas de colores,
ya nadie baila como si fuese el último día
como si no hubiese entrada al mundo
pero tampoco hubiese señalización de salida.

Ya nadie baila
y aun a pesar de eso
los ríos de la melancolía
se llevan todas las poesías
como lágrimas que se secan al viento.

Ya nadie baila
y el tiempo no deja de repetirlo
como una rima constante y salvaje
que no logra detener el galope del corazón
cuando estalla por las últimas burbujas del amor.

Ya nadie baila
aunque quizás nunca nadie bailó,
quizás simplemente sea una forma de reafirmarse
en que uno tiene razón
y el resto,
simplemente,
se equivocó.

Ya nadie baila,
y quizás nunca nadie quiera volver a bailar,
quizás sea solo una forma de sentirse diferente a los demás,
único,
especial,
quizás en realidad cada uno tenga su forma de bailar.

Ya nadie baila,
puede,
o puede también
que alguien baila al son de su propio sentido,
y la única diferencia es que cada uno lo hace al ritmo que marca su alma.

Ya nadie baila,
porque todo el mundo baila
y en ese baile
se pierden los pasos de los demás
y se crea una melodía de danzas que actúan de vía de escape.

La cuestión es,
bailan o no bailen
la mente se agita y se deshace
para forjar una nueva sonrisa con la que invitarte a romper las reglas del desastre.

Ven, 
e invítame a aprender tu propio baile.

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