miércoles, 13 de julio de 2016

La villa de los crepúsculos

Me miraba en la ventana
y el reflejo me explicaba
que palabra a palabra
las cornisas del tiempo me esperaban.

Me asomaba a la ventana
y con cuidado y calma
la cama se llenaba de polvo
de los polvos que en ella ya no se echaban
y yo no entendía tantas parábolas,
pero algo había que me decía
que algo no llegaba.

Me subía a la ventana
y ante mí la caída
libre y sin pausa
de la lluvia caer
como la gravedad todo se lo llevaba.

Me tiraba por la ventana
y mientras descendía
comprendía eso que se dice
de que toda tu vida por delante pasa
cada carrera, cada juego, cada lágrima y cada sonrisa,
cada caricia, cada abrazo, cada palabra escrita,
todas las miradas, todas las risas,
todas los recuerdos de esta inquebrantable ironía.

Y caía,
y caía sin cesar
y aunque los relojes giraban hacia atrás
ya no había vuelta ni retorno, ni siquiera posible maniobrar,
y caía
caía
caía sin esperar
nada a cambio de un duro golpe contra el suelo
contra la realidad,
y caía
caía sin parar,
y puede que todo se parase
o todo circulase en completo caos y sin paz,
pero todo era caída,
y yo
no sabía como llegar hasta el final.

Y caí,
caí hasta lo más hondo,
y sigo cayendo sin parar
parece que no hay fondo
parece que no hay final.


Y caí,
y seguiré cayendo hasta que la torre dé las campanadas que dicten que se acabó la libertad.


Y caí,
y como Roxas quedé a deber en sueños y amistad.


Y caí,
y ahora solo me queda desaparecer para por fin descansar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario