Soñé
en cada piedra del camino por el que he pasado y fantaseé con perderme para no volver.
Imaginé
que encontraba el
siguiente paso a dar y la ruta se convertía en mi hogar.
Amé
en la distancia
en mil paisajes diferentes
y ahora relaciono luces, olores y temperaturas con personas que no
llegaba a tener a mi lado más del tiempo que se fugaba en cada segundo que
disfrutaba en cada lugar.
Deambulé
por ciudades que
desconocían mi nombre,
orillas de ríos
que se llevaban mis miedos,
playas que
confundían mis huellas con la eternidad
y noches infinitas
en las que respirar libertad.
Escribí
con todo lo que
tengo de cada lugar porque sé que no soy más que una estela que ya no está
cuando echas la vista atrás;
puede que así al menos logre recordar esos intensos instantes.
Me enamoré
menos veces de las
que recuerdo,
pero un Martes 13
quedó grabado en mi mente,
desde ese día ya
no camino solo y tengo compañera en este viaje que nunca sabes a dónde
terminará por llevarte.
Soñamos
con perdernos en
playas,
respirar el aire frío de montañas
y saltar de país en país como quien tiene en sus manos un
mapamundi que finge teletransportarte con solo pensarlo.
Imaginamos
que vamos de la
mano
a donde queramos,
con la mochila en
la espalda y el viento de nuestro lado.
Deambulamos
por mil calles
empedradas
con esperanzas por
cumplir sin necesidad de mirar atrás.
Escribimos
porque el mundo es
demasiado grande como para plasmarlo en una sola foto sin nada más que la
acompañe;
-nunca me ha convencido eso de que una imagen vale más que mil
palabras.-
Nos enamoramos
de nuestras
miradas reflejadas en diferentes atardeceres
y los
coleccionamos como quien guarda postales en su pequeña caja de tesoros.
Hice e hicimos
todo eso y más
pero el futuro se abre camino
y el horizonte es
solo la siguiente parada del viaje
no el final.
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