sábado, 5 de diciembre de 2020

Memoria de cenizas

Escribimos para olvidar

porque solo así podemos silenciar a nuestros demonios,

esas tinieblas

de mirada y sonrisa de cristal

que vigilan cada movimiento

esperando un paso en falso

que les permita devorar

las pocas esperanzas que creíamos tener.


Tragamos con lo que tenemos

porque no tenemos nada

más allá de un puñado de recuerdos

y agrios remordimientos

que nos mantienen en pie

los días de lluvia y noche negra.

Como si todo dejase de tener sentido de repente.


Y nos aferramos a la fe,

a la ciega locura

y al rastro de cenizas olvidadas en algún cenicero

al lado de unas sábanas deshechas

y un corazón apagado en standby.


Hasta que la fórmula explota en mil pedazos

y nuestros demonios cobran forma

habitando en lo alto de nuestros tejados,

conscientes

de que no hay otra salida ni futuro

que sucumbir al vacío

y dejarnos caer.


Suerte tendremos

si llegamos a ver más allá

de ese rastro de miserias.

Quizás, por eso, escribo

sin entender nunca las reglas de este laberinto infernal.

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