sábado, 29 de agosto de 2020

Sin fronteras: libertad

Mi adolescencia es Sin fronteras y Cuando el sol se va caminando en verano de vuelta de entrenar. Es el atardecer a mi espalda llegando a casa. Es vivir la vida con prisa y ganas. Consumiendo el instante. Ardiendo efímero, como el fuego que se apaga en cuanto te descuidas y que lo devora todo, como quien quiere comerse el mundo solo con la mirada.

Mi adolescencia son festivales de verano, son amores año tras año. ¿Porque qué le voy a hacer si siempre he sido un enamoradizo de estos que se inyectan los sentimientos en vena? Me perdía una mirada, una palabra, una historia que me montaba yo solo en mi cabeza y mientras tanto no pasaba nada. Era vivir en la playa, los sueños bajo la almohada y un libro siempre esperando a que me despertara.

Mi adolescencia son las fiestas de barrio, los colegas y las pandillas de verano en un tiempo en que conocías gente sin apenas haberlo programado. Eran fotos en el metroflog y luego fotolog. Eran estados de tuenti y revisar cuanta gente había visto tu perfil. Conversaciones nocturnas en MSN esperando a que el cansancio venciera a la emoción de romper las barreras físicas y poder estar en contacto con tus amigos a distancia, porque sí, eso de aquella era lo más cercano a la magia. Tener todas las noches a alguien conectado, esperando a que estuviera la persona con quien quisieras hablar. 

Mi adolescencia era la libertad. Las partidas online de Call of duty. Las fiestas. Las fotos. Los vídeos. Los recuerdos que acumulo en el disco duro porque si yo no lo hago ¿quién lo haría? Y perder ese tiempo sería como perder la mitad de mi vida.

Mi adolescencia era el teatro, el judo, los deportes a todas horas, los exámenes, el comic, los libros y las clases. Era devorarlo todo. Devorarlo con hambre de futuro, con hambre de esperanza, de ilusión, de sonrisas.

Mi adolescencia fue el tiempo en que me consumía
la felicidad de ser quien quisiera, 
de ser quien quería.

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