Las vidas que construimos son solo historias, relatos que nos contamos para seguir creciendo. Somos los viajes que hacemos emprendiendo nuestros sueños
y fracasando incapaces de comprender por qué perdemos.
A través del viaje de crecimiento
nuestros personajes desentrañan un laberinto de historias y misterios
que se destejen como el esqueleto del pasado de una ciudad de ceniza que solo habita ya en nuestros recuerdos
y en nuestra memoria,
como frágiles relatos de papel que se sostienen
frágiles
cual castillos de naipes a punto de salir volando.
Pues eso somos,
al final,
vidas.
Vidas tan volátiles que solo somos capaces de habitar en la sombra que se lleva el viento.
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