El sol de septiembre se cuela entre los árboles, como un
fantasma que se lleva las almas del tiempo más allá de las orillas del río
surcado por Caronte. Las penas en ánima recorren el sendero mientras cientos
de patos echan a volar, huyendo a tierras dominadas por ocas en defensa de una
reconquista olvidada en la memoria del ser humano.
El caballo blanco cabalga las campiñas castellanas a lomos
de la espada justiciera, perpetuando una dicotomía entre religiones más allá de
ideologías.
Nada es lo que parece y nada parece lo que es, solo las
palabras se las lleva el viento como la noche volando por las estrellas y el
manto blanco de la vía láctea. La barca de piedra llega a la costa y asciende
por el río, llegando a un descampado estrellado que alerta a quien quiere ver
un milagro. Quizás solo sea cuestión de fe y no de esperanza, quizás la
esperanza solo sirva para los amores robados en la fugacidad del romance.
Quizás todavía haya que leer entre líneas para entender el significado oculto
de los párrafos.
Quizás la llave se perdió a lo largo de las décadas en un
viaje por terminar.
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