Las palabras del tiempo son como las velas que bailan al son
del viento. Son los senderos embaldosados que te llevan por caminos amarillos.
Son simples y llanos juegos de palabras sin ton ni son, sin respeto a los
signos de puntuación, la sonoridad o cualquier otra regla escrita o por
escribir.
Las palabras son armas, susurros, lamentos. Son todo lo que
quieras o te permitan expresar lo que sientes, porque a veces quieres
simplemente liberarte sin que nadie entienda nada de lo que pones.
Las palabras son idas de ollas, presiones a golpe de sístole
y diástole que te permiten gritar lo que la gente no te permite gritar, sea por
el motivo que sea, sea la causa que sea. Sea que no sea, que no se ni que digo
ni entiendo al que crea. Porque decidió huir para dejarnos abandonados en
nuestras fútiles luchas internas mientras él se entretiene observando el
hormiguero que creó y que se cree el centro del mundo, mientras que no somos
más que otra palabra que se lleva el viento, un pacto no escrito con el diablo.
Un pacto no sellado, pero que prefieres susurrar, un pacto para salvar un alma
en pena destinada a caminar sin rumbo por toda la eternidad, como una Santa
Compaña que escribe su propia leyenda.
A veces prefieres saltarte el guion y comerte las fichas que
encuentras a tu paso, hasta que caes al pozo y tienes que esperar 2 turnos para
volver a jugar. ¿Quién sabe? Quizás solo tenías que haber cogido una oca que
supiese usar “vuelo” y así te permitiese saltar distancias sin preocupaciones,
aunque a veces Oak te dice que no es un buen momento de usar la bici, puede que
sea que no haya que ir con prisas. ¿Quién sabe? Creo que nadie entiende las
reglas del juego y nadie las entenderá, porque nadie entiende cuando puedes
decir lo que sientes y cuando no. ¿Quizás apostaste demasiados tazos? Puede
ser, hay que jugar más despacio y sin impulsos, porque todo son palabras en la
orilla, escritos con el trazo de un palo que trae el mar en Punta Cangrejo.
Puede que a veces el apuntador no sepa cuál es la siguiente
jugada y tengas que improvisar, a veces se triunfa y a veces se fracasa, y en
otras ocasiones solo quedan palabras.
Palabras.
Palabras.
Palabras.
¿Sería muy redundante llamar a un león Leónidas?
A mí me da igual la redundancia.
Palabras.
Palabras.
Palabras escritas en la arena.
Palabras que se lleva el viento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario