sábado, 1 de julio de 2017

Tuve miedo, mucho, cuando vi todo lo que me decían tus pupilas: Creí que te perdía

Normalmente intento apartar el dolor,
esconderlo en algún rincón del bosque interior
y como Kvothe mirar hacia adelante,
para poder sobrevivir,
pero no puedo, no siempre al menos.

A veces el recuerdo me viene
y como una punzada que se me clava en el corazón, te veo
ahí tumbada
con esa mirada de no comprender tanto dolor,
de no entender el por qué de estar allí
sobre esa camilla fría
y jadear
jadear mucho con la lengua de fuera
y los ojos más tristes que he visto nunca.

Se me encoje el pecho
y veo,
como si fuese ahora mismo
ese agujero por el que la vida se te escapaba como un soplo de aire,
sería bonito si fuera una metáfora,
pero era literal.
La vida se te escapaba entre los diferentes agujeros que expulsaban aire
y yo
no podía hacer nada
más que mirarte y pedirte perdón por no haber estudiado veterinaria,
por no tener los conocimientos para hacer más,
por no poder hacer otra cosa que acariciarte con todo,
todo mi amor.

Nunca he visto tanta ternura en una mirada que buscaba explicaciones dónde no las había,
tú sufrías
y yo solo podía acariciarte para calmarte,
y rezar
no a Dios,
sino a la medicina, a la ciencia, y al azar,
de que te dejasen continuar,
seguir conmigo muchos años más.


* * *


Ahora te veo, ahí tumbada, junto a mí,
y sonrío,
costó
y fue duro el camino,
pero eres una campeona y resististe todo lo que te vino encima sin siquiera darte cuenta de lo que pasaba,
y ahora, bueno,
somos más fuertes,
y tú la mejor;
te lo digo yo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario