y yo me siento frente a este teclado
y me dejo llevar por las olas de tus manos
meciéndome los dedos,
acariciando mis brazos,
sintiendo el tacto constante del calor de tus labios
acunándome en el agua como un vaivén de besos versados.
No es martes,
no es 13,
pero yo echo cuenta de todas las veces que nos reímos
y no me llegan los números para cuantificarlo,
no me llega la existencia para relatarte todos los pasos caminados
juntos hacia el atardecer a tu lado.
Vuelve a no ser martes ni 13,
pero vaya suerte la mía el de haberme topado con tu magia,
con tus casualidades,
con tu mirada
que lo dice todo
sin necesidad de palabras;
vaya suerte la mía
y el azar
y las probabilidades
de todo lo aleatorio
que me ha llevado hasta tu magia,
tu sonrisa,
tu arte por hacernos vivir cada día.
No es martes,
no es 13,
ni te tengo durmiendo a mi lado,
ni estás frente mía observándome,
pero estás a mi vera
y estás en mi espalda,
estás en mi pecho,
y estás en mi alma,
siempre siempre cuidándome.
Como esa mamá pollito
que no deja que a los suyos nada le pase.
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