¿Qué tiene la poesía
que vino para irse?
¿Dónde estaremos cuando solo quede polvo
y la noche se haya difuminado entre el humo del cigarro
a medio consumir tras las cenizas de nuestras hogueras?
¿Qué habrá
cuando el miedo nos invada todos y cada uno de nuestros poros?
¿Qué quedará
cuando no haya nada por lo que caminar?
Cientos de caminos que se apagan
como faros heridos
en las noches sin luna,
senderos aborrecibles e idiotas
en los que perderse sin encontrar ningún tipo de suerte
que nos permita una tirada de dados decente.
El tiempo se fuga
mientras los recuerdos se aderezan
con la agridulce certeza de la melancolía.
Los ríos se llevan las salidas
y el frío apelmaza el alma
entre inviernos de escarcha y soledad.
Todo lo que fuimos sucumbió tras nosotros
y nos sumergimos en nuestro dolor
para encontrar sentido entre la sinrazón
y solo resta desesperación
y apática desidia del corazón
patético vacío de la mirada rota.
Que idiota
llegué a ser al creer
que habría oportunidad de salvación
entre el frenético ritmo de competición
por sobrevivir.
Que absurdo el hecho de existir
sin saber distinguir
el próximo paso a dar
sin tropezar
más de dos veces con la misma piedra.
Levantamos muros para protegernos de nosotros mismos
y nos quedamos solos contra nuestros demonios.
Una vez más.
Por favor.
Una vez más.
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