Cientos de kilómetros a la espalda
y ya no quedan palabras para explicar nuestras ansias
por volar,
por lograr alcanzar otra forma de ser,
de existir,
de sobrevivir a la rutina,
de no sucumbir,
de aspirar a vivir.
Ya no sé escribir,
la poesía se fugó,
y las letras se difuminaron
para no lograr acallar los pasos
que dar
una y otra vez,
¿cómo podría hacer?
para no caer una y otra vez,
para seguir
una y otra vez.
Quiero arder hasta ver el cielo en llamas
y cuando ya no sepa avanzar
saltar al vacío desde la torre del reloj
y volver a empezar
reiniciando todo sin llegar nunca al final.
No sé cómo ascender
a las cumbres de los deseos,
pero todos los sueños se fugaron para no volver,
y ya no hay coordenadas para tantas prisas apagadas.
Supongo que podría haber controlado,
yo que sé,
pero luego solo sabré como poder vencer
a la desidia de caer,
sin perecer.
No sé cómo ser,
sin dejar de ser,
¿dónde estaré
cuando no sepa reconocerme?
¿dónde estaré
cuando no sea capaz de quererme?
No sé cómo ser,
sin dejar de ser,
no sé cómo sonreír,
sin vivir inundado de tristezas.
Bajar la cabeza
y caminar.
Bajar la cabeza
y las manos en los bolsillos.
Capucha y cuello del abrigo levantado.
El frío calando
y la soledad impregnando el cuerpo hasta lo más hondo de los huesos.
¿Dónde caeremos?
¿Dónde pereceremos?
¿Dónde se acabó el viaje que no comenzó?
¿Dónde comenzó el viaje que nunca acabó?
Échame menos de más
y cuando ya no pueda soportar mis ruinas
huiré para no volver mirar a atrás.
Cientos de kilómetros a la espalda
y ya no quedan palabras que puedan explicar las ansias
de mi cuerpo y alma
por lograr llegar a la siguiente parada
sin perecer a la rutina y lograr sobrevivir a la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario