martes, 21 de mayo de 2019

Tengo astillas en lo que debería ser mi corazón hecho añicos

Siento la ausencia en lo más hondo de mi pecho
comprimiéndome,
apretándome,
tirando de mi hasta lo más profundo del pozo,
por mucho que manotee tratando de mantenerme a flote.

Soy el extranjero de Camus,
perdido y denostado,
en su propio mundo interior,
porque el exterior le rechaza y repudia
por ver los monstruos que ellos mismos han creado.

Ya no tengo a dónde ir,
ni a dónde volver,
solo un eterno e infinito páramo sobre el que desplomarme cuando llegue el final.

Y mientras tanto,
polvo y polvo y polvo
tras de mí,
revoloteándolo todo,
sacudiéndolo,
ensuciándolo,
para tratar de no ver los recuerdos a los que aferrarme cuando me siento tan solo.

Con tal de poder regresar
a dónde ya no hay nada.

Política de tierra quemada a mi paso.

Hogueras exteriores
para no apagar
la incansable llama
que arde en lo más oscuro de mi pecho.

Ya no escribo desde un quinto piso
y ya no hay verso al que volver para regodearme en Monte Alto.

Solo un triste vacío
que me ahoga y asfixia
sin haberlo querido ni planeado.

Dejadme llorar,
y entre lágrimas
abrir las supurantes venas de mis brazos.

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