domingo, 6 de septiembre de 2020

Pobre demonio que se deja acariciar buscando cariño

Se me escapan los dedos entre las líneas de melancolía que recitan al teclado dónde está la gente que quiero. En la soledad de esta habitación, en un piso primero, veo el tiempo pasar entre espacios vacíos, entre ruinas de otros tiempos, entre historias y cuentos que reconstruir más allá de los sueños. Los recuerdos se apelmazan en mi interior y yo trato de salir a flote buscando un lugar a donde ir, una existencia en la que habitar, una vida que vivir. Como si a todo fuese tan sencillo encontrarle un lugar.

Pero no sabe el pobre poeta que ya las fotos pierden su color, ya el aire pierde su calor, ya el mundo pierde su olor. Pero no sabe el loco poeta que ya no hay susurros que hagan canción, ya no hay viento que acaricie el sol, ya no hay salitre para un infinito atardecer sin voz.

Se me escapan los instantes entre las estanterías de otros tiempos, entre los recuerdos que atesoro entre los dedos, entre las vidas que contemplamos viendo los trenes que pasan allá a lo lejos. Y mientras nosotros vivimos, besamos, nos queremos. Tratando de ahuyentar la vida, tratando de eternizar el tiempo. Tratando por todos los medios de huir de todos los relojes que se detendrán cuando menos lo esperemos.

Escribo poemas
porque de recitarlos ya se encargarán mis miedos.

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