cuando todo falle
y el amor nos abandone
y pase de largo,
será el momento
en que nos demos cuenta
de todo lo que tenemos,
de todo lo que perdíamos
por no prestarnos
el tiempo debido
a explorarnos.
Somos frágiles,
somos vulnerables,
¿por qué mentirnos a nosotros mismos?
¿por qué mentirnos
a quien aparentemente amamos?
Somos frágiles,
como pobres muñecos de trapo.
Quizás entonces
cuando todo falle,
nos demos el derecho
a frenarnos,
mirarnos,
y aprendernos a cuidarnos.
Decía alguien,
que la mejor receta contra el amor,
contra los celos,
contra el duelo,
era llenarnos
de emociones tan intensas
que nos permitan sobrevivir
sin esa droga de intensidad
a la que ya nos habíamos acostumbrado.
Decía ese alguien
que viviésemos,
que viviésemos como siempre hubiésemos deseado;
que nos diésemos tiempo,
que nos cuidáramos.
-Vivid otras intensidades tan intensas como el enamoramiento.
Id más allá- decía.
Ya sean fascinaciones propias,
que nos gratifiquen, que nos calmen,
que nos permitan reposar intensamente.
Ya sea la militancia política,
que nos permita avanzar por algo más,
construir algo más allá de nosotros.
O nosotros.
Construir un nosotros.
Vivir nuestras más profundas amistades.
Cuidarlas,
cuidarnos,
besarnos,
abrazarnos,
querernos,
amarnos,
por encima de todo,
por encima del tiempo,
por encima del mar que nos envuelve,
por encima del viento que nos protege.
Vivir nuestras más profundas amistades para salvarnos.
Para salvarnos de nuestras ausencias,
de nosotros,
de nuestros duelos,
de nuestros pedazos de alma a rotos.
Vivir,
vivir intensamente,
para cuidarnos
y crear un instante eterno en el que querernos,
construir un sincero y leal nosotros.
Y eso
y eso es lo que yo hago
quereros
como me quiero
cuando con vosotras mi alma está en reposo.
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