una meta vital,
un horizonte,
es la fina línea que se abre entre los sueños y la realidad,
es el camino hacia el futuro
que se suspende indefinidamente en un presente que se extiende
sin final.
Quizás viajar sea aprender a vivir el instante.
Comprender
que el aroma a Atlántico
debe ser una constante,
un soplo de brisa en el alma,
un brillo reluciente
y luminoso
en la mirada,
una pulsión existencial
que nos precipita a lanzarnos a lo inexplorado,
a lo desconocido.
Somos resultado mismo del océano infinito.
Allí
donde el mar calmo,
salvaje
y embravecido
nos mece suavemente
sumiéndonos en un sueño infinito.
Necesitamos ir más allá,
siempre más allá.
Donde nadie se haya atrevido a ir antes.
Quizás por eso
el Atlántico nos define
más que cualquier otra palabra.
Un sentimiento apasionado
y confuso
que nos embarga.
El camino del soñador que lucha hasta que todo lo alcanza.
Pues quizás sea eso todo:
Viajar, viajar siempre con el Atlántico en el alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario