jueves, 12 de noviembre de 2015

Hijo de Caín

En la oscura noche del alma te he encontrado y te perdí,
mientras me buscaba.
Como un incorpóreo sin sombra ni luz, sólo tinieblas, tinieblas que desconfiguran y desgarran el alma a medida que te acercas.
Y Caín ya no llora,
pues nadie escapa al destino fatal que marca un reloj de arena fantasmal.
Y la luna ya no suspira,
pues en el mar se dejó reflejar; y vió que su cara oculta dominaba ahora sobre lo que un día fue todo verdad.
Y llora,
llora por no poder olvidar todo el daño que un día hizo
a los demás, pero sobre todo
a sí misma,
y llora,
porque su reflejo ahora es oscuridad.
Y los hombres temen a lo desconocido,
¿y qué mayor desconocido que la oscuridad, las tinieblas?
nadie sabe la verdad,
¿qué verdad?
tú verdad,
"ya mandaré a alguien irla a buscar",
todos los humanos son igual
mejor que les traigan las respuestas antes que buscarlas ellos.
Y temen a la oscuridad. Ya lo creo que temen a la oscuridad. La temen, como temen a la noche, como temen a la sombra, como temen al lobo, como temen al tiburón;
y la temen. Ya lo creo que la temen. La temen como se teme a lo desconocido, como se teme a lo poderoso, como se teme al destino.
Y la temen
porque no se atreven a abrazarla.
Y mientras Caín llora,
llora porque uno de sus hijos ya la abrazó,
pero no por miedo ni orgullo, simplemente por sorpresa,
porque su hijo no sucumbió,
sino que ahora viaja por las tinieblas como un ser sin vínculos que no teme dejar atrás el pasado y el futuro; como un ser solitario que ha aceptado la soledad como su principal aliada en la búsqueda de su verdad.

Y Caín llora,
porque por fin un hijo suyo ha alcanzado la libertad.

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