domingo, 29 de noviembre de 2015

Sin título

Hubo un tiempo en el que me perdí entre las tinieblas. Deambulaba sin rumbo sin saber como entré y menos dónde estaba la salida. Y viajé, viajé por ese tunel de oscuridad como si no hubiera mañana, y no lo hubo, no hasta que llegué a salir a superficie y con las tinieblas envolviéndome.
Me las arranqué de cuajo y las encerré en mi interior, quizás así evitaría volver a dañar a alguien, ya había hecho suficiente daño a la gente de mi alrededor. Y corrí, corrí con ellas hasta comprender todo el poder que contienen y aprendí a controlarlo. Aprendí a dominar la oscuridad de mi interior hasta hacer de ella una aliada, una poderosa aliada con la que jugar a mi favor en esta partida que es la vida.
Y ahí sigue, hasta el día de hoy, todas las tinieblas con las que convivo reducidas a una pequeña cicatriz de oscuridad que anida en mi pecho, con el objetivo de contar siempre con ellas y recordarme quien soy, quien fui y quien seré,
siempre, quien yo quiera.


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