y yo sigo en mis trece,
parece ya mi leitmotiv cuando te escribo,
como si fuese más bonito hacerlo al día siguiente
o algo,
no sé qué será ese algo, pero me gusta pensar que es lo mucho que te quiero,
lo mucho que te amo,
lo mucho que pienso en ti, todos los días del año.
No es trece,
ya no,
pero aún así el sol brilla,
el viento sopla,
y este par de hojas siguen volando libres
hasta todos los otoños eternos que se propongan.
Ya no es trece,
pero los atardeceres siguen en pie,
las pipas en cualquier parque o lugar,
y yo,
esperándote por ver el infinito reflejado
contigo
en el mar.
Hoy no es trece,
pero me gusta escribírtelo igualmente,
como dos parrulos que en la corriente se dejan deslizar,
agarrados de las manos,
como dos nutrias
para que la marea no las pueda separar.
Ya no es trece,
ni es martes,
y ni es octubre,
ni acabo de conocerte,
pero la magia de tu mirada es la misma,
tu risa mayor,
y el palpito que siento en el pecho
es eterno,
como la poesía que hacemos al viajar al mismo tiempo
con nuestro corazón.
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