martes, 19 de noviembre de 2019

Los pequeños éramos los que más saltábamos

Los pequeños siempre supimos saltar mucho.

Quizás por eso cogimos todos nuestros sueños y los metimos dentro de una botella, por ver si así crecían y crecían y yendo a la deriva llegaban a alguna parte. Aunque fuese solo porque éramos pequeños y era nuestra forma de defendernos.

Ahora que soy grande
-pero solo en un sentido figurado en cuestión de años, no en altura, en eso no he cambiado mucho-
sigo metiendo mis sueños en pequeños frascos de cristal,
poemas -les llamo-,
y los lanzo al inmenso océano que es internet, por ver si así alguien los lee, alguien quiere saber un poco más, alguien siente cierta ilusión por comprender mis sueños. No lo sé, puede llegar a ser una tontería a veces. Pero aprendí a hacer eso, y ahora no sé hacer otra cosa. Por eso cojo un verso tras otro y los lanzo al mar. Por llegar más lejos de mi persona y sobrevivir al tiempo.

Ya lo dije una vez:
solo la poesía puede salvarme.

Sea lo que sea que signifique eso.

Pero por desgracia, o por suerte, es así. Y mientras tanto solo lanzo un poema tras otro. Esperando soñar más y más. Por ver si así alguno se cumple.

Los pequeños siempre supimos saltar mucho.

Siempre muy muy alto. Aspirando a más.

Era nuestra forma de defendernos en un mundo de gigantes en medio del patio del colegio.

Y funcionó. Creo.

Aprendimos a soñar. Con todas sus consecuencias.

Y saltamos. 
Siempre más y más.

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