Un sueño, solo un sueño, llegar más allá que nadie, descubrir todas las maravillas de este mundo, superar los límites... todos los límites. Tantas estrellas en el firmamento... y tan difícil conocerlas todas. Seré el primero en visitarlas todas. Todas. Y cuando las haya descubierto todas, llegaré más allá. Siempre más allá.
No hay límites que no podamos alcanzar. El inmenso y basto mundo que no se detiene, hasta el infinito, hasta donde el sol nace. Desiertos silenciosos. Montañas que arañan el cielo. Llanuras en las que la mirada se pierde hasta el infinito... Siempre el infinito. Como un destino. Como una meta. Como un sueño refulgente que se niega a hallar su final.
Todo prosigue, se reconstituye, se disuelve... El naufragio como única esperanza de supervivencia en este basto vacío existencial que parece no encontrar sitio al que ir. Más allá del horizonte
donde solo habitan los dioses. Hallaré la forma de alcanzarlo
ese sueño
que nos ha unido a todos
hasta la eternidad:
saber que hay más allá,
siempre más allá,
donde solo habitan los dioses. Hallaré la forma de alcanzarlo
ese sueño
que nos ha unido a todos
hasta la eternidad:
saber que hay más allá,
siempre más allá,
qué hay más allá del alba y del ocaso, más allá de las llanuras y los montes, más allá de la luz y las tinieblas, del bien y del mal, más allá de todo. Solo más allá... más allá de todo lo que nunca jamás pudimos llegar a imaginar.
Si no encuentro la paz,
pues me quedo con la gloria,
lo más cerca posible de la eternidad,
de los dioses,
de la memoria,
quiero ir más allá de los límites del tiempo, superar a todos aquellos que me han precedido, no quiero caer en el olvido. No quiero caer en el olvido. ¿Es que no podéis comprenderme? ¿Es que acaso no queréis comprenderme? No quiero caer en el olvido...
La única tierra que nos queda es aquella en la que reposaremos por siempre.
La única memoria que nos resta es la de quienes cantarán nuestras gestas.
La única esperanza que arde es la que recuerda la incandescente mirada de la historia.
La única esperanza que arde es la que recuerda la incandescente mirada de la historia.
Sigue.
Sigue más allá.
Sígueme más allá.
No quiero caer. No quiero perder. No quiero ser olvido. No quiero... seré solo una torre del silencio que se mantenga por toda la eternidad en el desierto del olvido,
erguido
incorruptible
para ser descanso,
para ser alivio
de quien un día fue un alma buscando un sendero por el que andar un poco menos perdido.
Es tiempo de cerrar los ojos para esa cuadrilla que ardía en sueños.
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