No se cumple ninguna fecha, pero al día siguiente yo me iba a León, como hoy, y tú me esperabas en un banco. Yo quería impresionarte y llevaba una camiseta concreta, tú querías mostrarme y me llevabas dos libros -aunque solo me ibas a dejar uno, no dos. Yo no podía mirarte a los ojos
tu mirada transmitía demasiado,
tú me preguntabas que por qué no te miraba
y yo te lo explicaba
-y ya luego por la Peatonal me decías que Claudia decía lo mismo.
Yo eludía tu mirada que me desconcentraba
y para poder hilar más de un par de frases seguidas
me centraba en un niño que jugaba con su camión
y te contaba que yo tenía un camión igual
y que Brais y yo le habíamos roto una rueda en la playa.
Tú te reías, estabas nerviosa,
yo me reía, estaba nervioso,
y a pesar de todo
nos sentíamos en calma
sentados el uno al lado del otro.
Tenías una mano fría
y la otra caliente,
-como un termostato- decía yo.
Y tú me llamabas tonto, y me apretabas ligeramente más fuerte la mano.
No estuvimos mucho,
no más de un par de horas,
pero lo recuerdo tan bien
como si fuese hoy
preparando las cosas para irme a León
pensando en tus besos,
tus abrazos,
y tus alas de mariprosa.
-Estás mirando la posición del sol, para saber la hora?
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